Gases, pedos, eructos, pesadez estomacal... Nuestro sistema digestivo se hace notar, y en ocasiones eso está bien porque nos indica que está haciendo su labor.
e le dice pedos, nada que hacer. O peos, en Colombia y muchos países de América Latina. Si les decimos “gases” quizás confundamos a nuestro interlocutor, quien podría pensar que estamos hablando de eructos, que son los que salen por arriba, por la boca. Los otros, los pedos —o peos—, ya sabemos por dónde salen.
Pero casi nunca se habla de los eructos ni de los pedos. Sólo en la niñez y adolescencia, para reírnos, para burlarnos. Luego ambos asuntos pasan a la categoría de temas de los cuales es mejor no hablar, o que se tratan con discreción: esos temas con los que bajamos el volumen de la voz o que sólo tocamos con nuestros más íntimos como la mamá, los hermanos y hermanas, el médico, el amigo o la confidente de infancia. Hasta ahí, y a veces ni siquiera.
Sin embargo, un ser humano promedio expulsa entre 10 y 15 pedos cada 24 horas. Incluso 20 todavía se considera normal. Los que contenemos se devuelven al intestino y salen después: no
hay manera de escapar de ellos. Por eso algunos dicen por ahí que los pedos no se transforman ni se destruyen, sólo se guardan para más adelante.
Es un proceso fisiológico normal: el aparato digestivo guarda el aire que tragamos al comer o masticar chicle, al fumar, al hablar aceleradamente, al correr. Pero además, en los intestinos tenemos bacterias que nos ayudan a digerir algunos alimentos. Y para hacerlo, estas bacterias liberan gases. Ese es el origen de nuestros pedos, el aire que tragamos y los gases que producen ciertas bacterias que nos ayudan a digerir algunas comidas.
A medida que crecemos vamos conociendo esas comidas que nos ponen el estómago hinchado, que nos llenan de gases, de los que salen por arriba y de los que salen por abajo. Los fríjoles y las lentejas, el repollo, las coles de Bruselas, el brócoli y la coliflor. A algunas personas las afectan las pasas y la cebolla y a otras mu- chas los lácteos —queso, kumis, crema de leche—: el organismo de estas personas no digiere bien los azúcares y proteínas de la leche y por eso sienten el estómago hinchado, pesado, y expulsan repetidamente aire por la boca y por el ano.
A la pesadez estomacal, la incómoda sensación de llenura y esa apariencia tensa del abdomen se le llama distensión abdo- minal. Las personas intolerantes a la lactosa conocen bien este estado. Pero la intolerancia a los productos lácteos no es la única causa, la distensión abdominal también se ocasiona cuando comemos en exceso, tenemos estreñimiento, tragamos aire o cuando tenemos síndrome de intestino irritable o reflujo gastroesofágico, condiciones clínicas que deben ser diagnosticadas por un profesional.
¿Cuándo consultar al médico?
Porque tampoco se trata de ir los lunes cada 15 días, después de la frijolada en casa de la suegra. Repetimos, gases y eructos son producto de un proceso físico normal, y no es de preocuparse ni de consultar un día que sentimos el estómago templado y debemos retirarnos más de la cuenta a un lugar apartado para soltar uno que otro vientecillo. Consulte a su médico cuando note cambios en la composición o frecuencia de sus deposiciones, cuando presente dolor abdominal o rectal durante varios días, o sufra estreñimiento o pérdida de peso.
Usted puede introducir cambios sencillos en sus rutinas para evitar la pesadez y exceso de gases: si sigue fumando, es hora de dejarlo. Ahora cuenta con muchas ayudas clínicas y terapéuticas para conseguir vivir sin nicotina. Bájele al chicle, al azúcar y a los alimentos empacados. Prefiera siempre una buena sopa a una pizza o una hamburguesa. No es sólo por el bien de su aparato digestivo: es por el bien de todo su cuerpo.
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