Uno de los mayores retos de la crianza hoy es encontrar equilibrio entre la gran cantidad de información disponible. Por eso, a veces educar a los hijos se asemeja a caminar en una cuerda floja.
menudo las madres de hoy —y los padres que se involucran en la crianza y cumplen su verdadero rol— nos vemos atrapadas entre dos tendencias casi opuestas: si estimulas a tu hijo desde que se está gestando será un genio y será proactivo, inquieto; si no, tendrá una desventaja neurológica frente a sus pares y, además, será “tranquilo”, un defecto enorme para una sociedad compulsiva y afanada como la actual. Si lo consientes crecerá mimado y caprichoso; si eres estricto e impones disciplina, de grande se vengará haciendo todo lo que no lo dejaste hacer y más. Si lo levantas cuando se cae o lo ayudas a vestir, por ejemplo, en el futuro tendrás a un niño inútil, incapaz de valerse por sí mismo; pero si no lo levantas y eres indiferente ante su llanto tendrás un joven resentido y rechazado. Si dejas que mantenga su cuarto desordenado estimularás su creatividad y será un niño libre de hacer lo que quiera, pero si no le enseñas orden a los cinco años lo encontrarás debajo de los juguetes.
Y así con todo: si dejas que duerma en tu cama o lo retiras temprano a su propio lecho; si escoge lo que quiere comer o tú se lo impones... Hay teorías y estudios para casi todo lo que tiene que ver con la crianza de los hijos, y las madres nos vemos muchas veces caminando sobre la cuerda floja.
Caminar sobre la cuerda floja es usar el instinto para hacer lo que más nos conviene a nosotras como madres y a ellos como hijos”.
La crianza de hoy es mucho más difícil que la que les tocó impartir a nuestros padres. La razón más próxima es que las relaciones que establecemos con los niños son mucho más horizontales, más cercanas, y eso, aunque es mejor en muchos sentidos, puede confundir o generar espacios para las dudas. Nuestras madres no se hacían tantas preguntas ni se planteaban estos dilemas de crianza, y mucho menos leían todos los libros y artículos que había (que no eran en cantidad ni la sombra de lo disponible hoy). Eran mucho más instintivas, y me aventuro incluso a decir que no pensaban en el “fracaso” como madres.
Caminar sobre la cuerda floja es usar el instinto para hacer lo que más nos conviene a nosotras como madres y a ellos como hijos. Siempre habrá dos o más caminos, pero hay que entender que no siempre la teoría se ajusta a cada realidad, a cada niño y su circunstancia, y hay reglas generales que la mayoría de las veces funcionan.
No tomarse la crianza a la ligera pero tampoco irse al otro extremo, pensando y midiendo cada acción. Es bueno que haya tanta información sobre crianza, pero toda esa información debe pasar por el tamiz de nuestras necesidades y visión del mundo. Al fin y al cabo, todas las madres queremos lo mismo: lo mejor para nuestros hijos, que serán los ciudadanos del futuro. Y en buena medida, depende de nosotras que se conviertan en personas generadoras de conocimiento, útiles a sí mismos y a la sociedad, creativos, generosos, con conciencia social del mundo que los rodea.
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