El parloteo de cien billones de neuronas

Ante todo no hagas daño es el título de la autobiografía de Henry Marsh, famoso neurocirujano inglés.

sta frase proviene de una sentencia atribuida a Hipócrates de Cos, a quien se considera el padre de la medicina, y quien supuestamente la dijo hacia el año 460 antes de Cristo. La frase completa dice así: “Si no puedes hacer el bien, por lo menos no hagas daño”. 

El título es paradójico, porque al leer el libro el lector se encuentra con reflexiones que desmienten de manera brutal la advertencia de Hipócrates. Mírese si no este párrafo:

"Una de las dolorosas verdades de la neurocirugía es que uno solo llega a ser bueno en los casos realmente difíciles gracias a muchísimas horas de práctica, pero eso significa cometer montones de errores al principio y dejar atrás a un buen número de pacientes discapacitados. Sospecho que hay que ser un poco psicópata para seguir adelante, o por lo menos llevar puesta una buena coraza. Si uno es un médico bonachón, lo más probable es que abandone y deje que la naturaleza siga su curso, y que se limite a los casos más sencillos. Mi antiguo jefe —el que operó a mi hijo—, que era un verdadero bonachón, solía decir: “Si el paciente va a salir perjudicado, prefiero dejar que sea Dios quien cause el daño, no yo”.

Amargas palabras que revelan el amargo sentimiento de quienes se dedican a este oficio, catalogado de manera escueta por el autor de la siguiente forma: “La neurocirugía es peligrosa, y la tecnología moderna no ha hecho sino reducir el riesgo hasta cierto punto”. Y añade, un poco más adelante, como para rematar: “Y luego está la suerte, tanto la buena como la mala; a medida que adquiero más y más experiencia, me doy cuenta de que la suerte es cada vez más importante”.

“La neurocirugía es peligrosa, y la tecnología moderna no ha hecho sino reducir el riesgo hasta cierto punto”.

Si bien el autor hace de manera ocasional tan terribles reflexiones, en la mayoría de las páginas del libro nos encontramos sumergidos en una serie de anécdotas narradas de manera sencilla y socarrona por un especialista de carácter jovial que ve y siente su oficio de una manera práctica, sin ahondar en especulaciones metafísicas: “Como cirujano en activo, la eterna cuestión filosófica del ‘problema mente-cerebro’ siempre me ha parecido confusa y, en última instancia, una pérdida de tiempo. Nunca he considerado un problema —sólo una fuente de sobrecogimiento y profundo asombro— que mi conciencia, mi identidad, el yo que se me antoja libre como el viento, el yo que escribe ahora estas líneas, consista en realidad en el parloteo de cien billones de neuronas”.

Cada capítulo del libro lleva por título el nombre de una afección, de un síndrome, de un dolor, de una técnica para operar, de un tumor, de un mal moral, de un género, etc., y en su interior el autor nos cuenta las anécdotas que ilustran lo que le aconteció a él, a sus pacientes o a sus colegas en relación con el tema que da título al capítulo. Las anécdotas abundan en detalles que dan viveza y realismo al relato, y hay que agradecer que el neurólogo Henry Marsh tenga tan buena memoria, pues de otra manera el libro solo sería una suma de hojas clínicas y de procedimientos sin ninguna gracia e interés para el lector que no es profesional de la medicina.

En muchos de estos capítulos el autor se pinta a sí mismo con grandes brochazos que nos dan el retrato de un hombre sencillo, crítico del establecimiento médico, de un humor a la vez ingenuo y agudo, sensible, humano, vanidoso y vital. Un hombre que es capaz de contar que “Cuando he tenido que dar malas noticias, nunca sé si lo he hecho bien o no. Los pacientes no van a llamarme después para decirme ‘Señor Marsh, me ha gustado muchísimo cómo me ha dicho que iba a morir’ ”.

Bien vale la pena leer este libro, así muchas veces nos estremezca la cruda y lúcida desfachatez con que ha sido escrito.

* Escritor y guionista. Durante varios años escribió reseñas para la revista Número.