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Bienestar Colsanitas

Parque Isla de Salamanca: paraíso de aves y manglares

Fotografía
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A pocos kilómetros de Barranquilla está el Parque Isla de Salamanca, conocido como el “aeropuerto internacional de las aves”.

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os tres tipos de manglares que coinciden en el Vía Parque Isla de Salamanca, en el departamento del Magdalena, son la mayor atracción para 199 especies de aves, que aprovechan este lugar como residencia permanente. También para las migratorias, que se detienen allí en su periplo por múltiples geografías.

La categoría de “vía parque” es único en el Sistema de Parques Nacionales Naturales de Colombia, y responde a las características de “faja de terreno con carretera con bellezas panorámicas singulares o valores naturales”. Fue declarado área de protección en 1964; en 1998 se designó como humedal de importancia mundial, y en el año 2000 fue declarado Reserva del Hombre y la Biósfera por la Unesco.

No es un turismo convencional el que se hace en este parque natural. En este momento puede realizarse un recorrido contemplativo de la naturaleza y sus ecosistemas, en locaciones de bosques de manglar, ciénagas y playas. La extensión total es de 56.200 hectáreas.

Los manglares de Isla de Salamanca son especialmente coloridos y espesos. Los hay amarillos, negros y rojos, inmersos en aguas salobres que pueden ser muy transparentes, turbias o rojizas. El aspecto y la pigmentación dependen de las plantas y algas que crecen tanto alrededor como en el fondo de las lagunas.

Eric Deulufeut, educador ambiental del Vía Parque Isla de Salamanca, explica que el ecosistema manglar es muy productivo porque forma estructuras que se comunican y crean una sala cuna de vida. Las aves migratorias saben que en ese lugar van a encontrar comida y hospedaje todo el año. A eso se le atribuye el éxito de este humedal como receptor de avifauna, y también como albergue de moluscos, anfibios y peces.

El experto indica que los manglares son refugio para especies acuáticas que luego salen al mar y son soporte para las comunidades asentadas en los alrededores de la zona protegida. Pero además, protegen de la erosión costera, sirven como barrera ante fenómenos naturales y controlan las inundaciones que puede generar el aumento del caudal del río Magdalena. También retienen sedimentos y filtran la contaminación que proviene de la zona industrializada de los centros urbanos cercanos. Cada raíz acuática sirve de soporte a esponjas, ostras, corales blandos y crustáceos. “Por eso es un lugar donde nada se desperdicia, porque todo es comida para alguien más”, comenta Deulufeut.

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Tipos de recorrido

Para disfrutar a plenitud del paisaje hay dos tipos de recorrido, uno terrestre y otro acuático. Caminando por los cinco senderos señalizados se puede ver toda la variedad de especies de manglar, árboles propios del bosque seco y de ribera, con altos miradores de madera que facilitan una visual más amplia. En bote se puede ir por alguna de las tres rutas de navegación a ciénagas como La Atascosa, Poza Verde, El Tomo, El Playón, Cuatro Bocas y Los Manatíes. Y también se puede ir a los caños de El Clarín, El Torno y los Almendros, o a las playas Cangarú y Onaca. Para esta opción hay que contratar con antelación los servicios privados de unas embarcaciones, que pueden costar entre 200 y 300.000 pesos.

Omar Gutiérrez es experto en guiar el avistamiento de aves, y dice: “Los turistas se van contentos por el contacto directo con el medio ambiente y los ejemplares particulares que descubrimos juntos. Así se corre la voz y llegan más personas con el mismo interés. Se trata de promover un turismo de avifauna que no es para todo el mundo, es más bien un ecoturismo selectivo”.

En la Isla de Salamanca destacan algunas aves acuáticas como garzas, patos cuchara, barraquitas, garzas morenas, patos yuyo, garzas patiamarillas, martín pescador y bobito punteado. La época preferida para fisgonear aves endémicas, residentes y migratorias, es entre octubre y enero.

El consentido del parque es el colibrí cienaguero, que está en categoría crítica por riesgo de extinción. Cuando aparece ante los avistadores hay un silencio absoluto. No quieren espantarlo antes de poder fotografiarlo. Es un pájaro pequeño con plumajenegro, blanco y amarillo. Se trata de uno de los objetos de conservación del parque, junto con el caimán aguja, cuya disminución de ejemplares también ha motivado acciones especiales para su protección.

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Los turistas se van contentos por el contacto con el medio ambiente y los ejemplares que descubrimos juntos. Así secorre la voz y llegan más personas con ese interés”.

 

Omar Gutiérrez cuenta que en el parque antes había mamíferos en exhibición, pero fueron donados al zoológico de Barranquilla para garantizar cuidados idóneos, y también para orientar todos los recursos al tipo de experiencia que quieren ofrecer, es decir, ese “ecoturismo selectivo” del que habla Gutiérrez.

Lina María García, funcionaria de investigación y monitoreo del parque, explica que Isla de Salamanca es un lugar donde se junta el saber comunitario con el conocimiento científico, la experticia y la creatividad, el nacionalismo y el respeto por el territorio ancestral.

“En el parque apoyamos la investigación científica oportunista, en el sentido de que los estudiantes llegan con sus proyectos y aquí les facilitamos la información que requieren. Pero también los invitamos a interesarse por la lista de temas de investigación que forman parte de la línea de trabajo de Parques Nacionales Naturales, para que compartamos esfuerzos, información y resultados. Se establece así una sociedad en la que todos los actores ganan”, dice García.

Para llegar al parque natural desde Santa Marta hay que rodar durante una hora y cuarenta minutos por la Troncal del Caribe, y estar atentos al anuncio del sector Los Cocos, porque no hay un aviso que indique que está pasando por el frente. La clave es saber que está antes del peaje de Barranquilla: si llega hasta allá quiere decir que se pasó. Si el viaje parte desde Barranquilla son 30 minutos de camino.

El parque está abierto al público todos los días, de 8 a.m. a 4 p.m., y el costo del acceso es aproximadamente de 16.000 pesos por persona. Para una experiencia más satisfactoria hay que tener en cuenta que los guías para el avistamiento de aves establecen horarios de recorrido dependiendo de la cantidad de visitantes que lleguen. Es indispensable usar protector solar, repelente de insectos, ropa cómoda y fresca, llevar hidratación y meriendas.

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Karem Racines Arévalo

Es una periodista colombo-venezolana egresada de la Universidad Central de Venezuela. Llegó a Bogotá en 2011 para escapar de la confrontación política de su país. Después de vivir en la capital colombiana cinco años, decidió mudarse cerca del mar, que tanta falta le hacía, y desde hace dos años vive en Santa Marta. Es docente de periodismo en la Universidad del Magdalena y en la Sergio Arboleda. Es colaboradora frecuente de la revista Bienestar.