Se ha comprobado científicamente que la convivencia con mascotas trae beneficios físicos y psicológicos a los adultos mayores.
aya, Toby, Máximo y Jacoba viven en un amplio apartamento en Teusaquillo, muy cerca del Parque Nacional de Bogotá. Tienen una rutina bien estipulada. Despiertan a las 5:30 am, desayunan y pasean por turnos. Pasan el día tirados de largo a largo encima de los muebles, en las camas o pescando el sol que se cuela por las ventanas. Disponen de agua fresca para cuando se les antoje, y un pequeño patio para las necesidades fisiológicas intempestivas. En la tarde tienen otro paseo, y de nuevo a comer. A cambio de esa cómoda vida perruna entregan amor infinito y compañía.
La pastor alemán es Jacoba. Tiene los colores típicos de la raza (negro, marrón y blanco), y es la encargada de recibir a los visitantes. Es imponente, por su tamaño, pero después de un par de minutos oliendo al extraño, se descubre amigable. Permanece alerta, a una distancia prudencial de su ama, pero con frecuencia hace rondas a su alrededor, como para que no se le olvide que sigue ahí. Ella es la única sin pasado triste. Sus otros tres compañeros, dos de raza criolla y una lhasa apso, fueron abandonados por sus dueños originales y recogidos por Esperanza Linares, una mujer viuda de 74 años.
—Tengo dos hijos médicos, uno de 44 años y otro de 50 —dice Esperanza—, pero cada uno tiene sus compromisos y no nos vemos con mucha frecuencia. Hemos tenido nuestros desencuentros, y cada día es más la distancia que nos separa. Cuando he padecido aprietos económicos siempre he tenido quién me dé una mano, y aunque me falte comida a mí, nunca he dejado de tener el concentrado de mis animales.
Esperanza no aparenta físicamente la edad que está próxima a cumplir. Está bien arreglada, es amable, receptiva y evidentemente amorosa con sus cuatro acompañantes permanentes. Se esmera en detallar la historia de cada perro porque ella, en todos los casos, ha sido su rescatista. Inclusive de Jacoba, porque su hijo mayor la había regalado a otra gente y ella la buscó y se la llevó consigo. Ahora se cuidan, se protegen y se consienten mutuamente.
—Si no tuviera a mis perros creo que me hubiera muerto de tristeza, encerrada en mi soledad. Ellos me hacen reír con sus inventos, me acercan a otras personas cuando los saco a pasear, me secan las lágrimas, me reciben contentos, me cuidan el sueño, me acarician con frecuencia. Mis perros me hacen tener ganas de estar saludable, porque pienso que si me muero no habrá nadie que los cuide como yo. Entonces quiero quedarme con ellos la mayor cantidad de tiempo posible.
Carlos Cano, director del Instituto de Envejecimiento de la Universidad Javeriana, opina que muchas veces las relaciones que establecen los ancianos con sus mascotas, bien sean perros, gatos, caballos u otros menos afectivos como las tortugas, los peces o los pájaros permiten afrontar bien situaciones de declive que se relacionan con la edad avanzada. Advierte que existe evidencia científica sobre los beneficios que producen los animales ante síntomas de depresión, pérdida de memoria, ansiedad o problemas asociados a la conducta, tales como la apatía, la rebeldía, la introspección y el sedentarismo.
Un informe reciente publicado por la Federación Internacional de la Vejez (FIA, por sus siglas en inglés), con el patrocinio de Bayer Healthcare, dice que la influencia de los animales de compañía en las personas mayores se refleja en su salud física, psicológica y emocional, así como también en la sensación de bienestar, la autoestima, el propósito de vida, la interacción social y un sentido de pertenencia en su comunidad.
"Muchas veces las relaciones que establecen los ancianos con sus mascotas, bien sean perros, gatos, caballos u otros menos afectivos como las tortugas, los peces o los pájaros permiten afrontar bien situaciones de declive que se relacionan con la edad avanzada".
El estudio, que hace una revisión exhaustiva de la literatura relacionada con el tema, advierte que más de la mitad de los propietarios de perros confirman que conocen a más personas en su vecindario gracias a su mascota. Asimismo, una investigación australiana informó que los dueños de perros tenían más probabilidades de alcanzar el nivel recomendado de actividad física cuando sacan a pasear a su animal de compañía.
El trabajo de FIA también indica que los dueños de mascotas tenían niveles de colesterol y de presión arterial significativamente más bajos que quienes no tenían animales. Por otro lado, se presume que las mascotas pueden tener un papel importante consolando a las personas mayores durante un período de duelo. Un estudio con personas mayores cuyo cónyuge había fallecido recientemente mostró que el fuerte apego a la mascota mitigó la depresión. Otro estudio encontró un deterioro significativo en la salud de las viudas que no eran dueñas de una mascota en comparación con aquellas que sí la tenían.
Otro apunte interesante de la Asociación Americana de Cardiología, en un estudio realizado en 2005, muestra que el contacto con los animales ayuda a mejorar las funciones del corazón y el pulmón en personas con insuficiencia cardiaca. También se sabe que aquellas personas que poseen mascotas se recuperan más rápido de cirugías, algunas enfermedades y de infartos que aquellas que no las poseen.
Es un hecho que gracias a los avances de la ciencia y la diversificación de la salud pública las personas alcanzan edades más avanzadas. Esto ha producido cambios en la realidad demográfica del mundo entero, al engrosarse las estadísticas referidas al envejecimiento de la población. En Colombia, el 10,6% de los habitantes tiene más de 65 años de edad, y se prevé que en cinco años constituyan más del 15% de la población.
—Ya que vamos a vivir más tiempo debemos procurarnos una mejor calidad de vida en esa etapa última de nuestra existencia. Los beneficios de la relación entre las mascotas y los adultos mayores son hallazgos que contribuyen a tomar decisiones acertadas para enfrentar las carencias que necesariamente vendrán asociadas a la vejez —dice el gerontólogo Carlos Cano.
En deuda
Esperanza celebra todos los días la existencia de sus animalitos. Lo justifica porque las mascotas son divertidas, son espontáneas, atrevidas y agradecidas. Son enérgicas y fieles. Por eso una de sus mayores preocupaciones es tener tiempo, dinero y salud para satisfacer las necesidades de sus cuatro compañeros: llevarlos al peluquero, comprarles sus concentrados y medicamentos, asearlos, ejercitarlos y acompañarlos.
—Después de que ellos me dan tanto amor, a mí no me pasa por la cabeza abandonarlos para irme a un paseo. Si no encuentro alguien que me los cuide no voy, y no me pesa. Yo les hablo con libertad porque sé que no me juzgan, los regaño, los entiendo y percibo cuando se sienten mal. Siento que me dan mucho y siempre estoy en deuda con ellos.
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