La cueva del Esplendor o del encanto es una de las cascadas más bellas de Colombia. Está encaramada en las montañas cercanas a Jardín, un hermoso pueblo de Antioquia. Acompáñenos en este recorrido.
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Jardín es un municipio ubicado a 134 kilómetros de Medellín, en el suroeste antioqueño, entre un ramal de la cordillera occidental y el río San Juan. Es un pueblo bellamente conservado con cerca de 15.000 habitantes, declarado municipio en 1832. Cuentan que sus fundadores, al ver el valle cubierto de sietecueros y yarumos blancos, exclamaron: “¡Esto es un Jardín!”.
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El tour a la cueva tiene un costo de 60.000 pesos y se cancela en las oficinas de la Agencia Cueva del Esplendor ubicadas en el pueblo. El paquete incluye transporte en Jeep Willis, refrigerio, entrada a la cueva, guía y seguro de accidentes. El Jeep sale del pueblo rumbo a la vereda La Linda en el alto de las flores: son unos 10 kilómetros por carretera destapada y de ahí, comienza una bella caminata entre las montañas de alrededor de 30 minutos.
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La siguiente parada es en la finca Quitasol, a 2.300 m.s.n.m., que en convenio con Corantioquia se encarga del manejo, cuidado y reforestación de la zona que hace parte de una reserva de más de 23.000 hectáreas. Allí, se ofrece un refrigerio con café, arepa de chócolo, quesito y empanadas, mientras al frente, se divisan las estribaciones de la cordillera.
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Terminado el refrigerio, comienza el descenso de un kilómetro por el bosque, siempre bordeando la quebrada La Linda que nutre el acueducto veredal de la zona. Allí, solo se escuchan los pasos de los caminantes, el cantar de los pájaros ocultos entre el follaje y el sincopado y rítmico sonido del agua que desciende formando pequeñas cascadas.
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Las oropéndolas y los gulungos son los reyes de la zona, sus nidos, unas “bolsas” de fibras hermosamente tejidos adornan la ruta. Los gulungos son aves grandes, de hasta 50 centímetros, tienen el pico amarillo, alas puntiagudas y larga cola. Su canto es muy poético y perfecto para el momento, pues semeja a una gota de agua que cae en un pozo. Sus nidos custodian la cueva.
La pared da entrada a cueva del Esplendor, la cual está tapizada de musgo desde donde vuelan pequeñas gotas cristalinas que forman una constante nube de rocío. La cueva es sobrecogedora, es una bóveda rocosa de unos 50 metros que el agua horadó hasta crear un hoyo por donde baja con potencia la cascada de unos 40 metros de altura, formando una hermosa piscina natural. La luz que penetra por la boca de la cascada se convierte en prismas, arco iris que van y vienen jugando con la luz. Como dijo el poeta Manuel Díaz Sierra: “A jardín no se viene, se vuelve”.
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