Internista, intensivista, especialista en dolor, el doctor Rivera ha estado en la primera línea de atención a pacientes con Covid-19 desde el inicio de la pandemia. Esta es su historia.
l día del doctor José Nelson Rivera comienza a la 1:30 de la mañana en la Unidad de Cuidado Intensivo de la Clínica Reina Sofía, de Colsanitas, y termina a las siete u ocho de la noche en su consultorio, donde atiende pacientes desde poco después del mediodía.
Nació en Bucaramanga, ciudad donde realizó estudios de medicina. En Bogotá trabajó como médico general en la Clínica San Rafael y se especializó como internista. Después, en Nueva York, hizo una pasantía de cuidado intensivo. A su regreso al país hizo parte del grupo que abrió la especialización en Medicina Interna de la Universidad del Rosario.
Después de un tiempo como médico intensivista y profesor de la especialización, viajó a Salamanca para hacer una maestría en dolor. Cuando volvió al país se vinculó a Colsanitas como internista, y a los pacientes de esta compañía de salud les ha dedicado 25 de sus 48 años de vida. Fue uno de los profesionales que formó el grupo de Dolor en la Clínica Reina Sofía, hoy conocido como Unidad para el Alivio del Dolor y Cuidados Paliativos.
El cáncer
Hace cerca de cinco años, después de dar una conferencia en el exterior, el doctor Rivera tuvo un episodio de gastritis muy fuerte. Pensó que la causa había sido el alcohol que había tomado en la inauguración del evento, pero al regresar a casa su esposa le pidió que se hiciera una endoscopia para descartar cualquier complicación mayor. Esa tranquilidad que esperaban después del examen no llegó: su diagnóstico fue un cáncer gástrico avanzado, con compromiso de ganglios. La buena noticia era que no había metástasis, es decir, estaba a tiempo de tratarse con quimioterapia y cirugía.
Algunos allegados le sugirieron irse a otro país para tratarse, pero su respuesta fue contundente: confiaba plenamente en los profesionales de Colsanitas, sus amigos y colegas; además, siempre ha considerado que el apoyo familiar es fundamental para superar enfermedades catastróficas como la suya; dice que el cáncer y otras así de graves son enfermedades de familia: “la viven y la sufren todos”, comenta.
Después de tres meses de quimioterapia le hicieron una gastrectomía total, es decir, le extrajeron todo el estómago. Cada cosa que el doctor Rivera come llega directamente a sus intestinos, y por eso debe masticar con mayor detenimiento las comidas y elegir alimentos adecuados. A estas alturas come de todo, pero al principio fue un proceso de adaptación bastante exigente.
Después de la cirugía recibió seis ciclos de quimioterapia que terminaron el 24 de diciembre de 2017. La rehabilitación fue complicada, lenta, y requirió una quietud a la que no estaba acostumbrado; llegó a pesar 45 kilos. Por otro lado, esos tiempos duros le sirvieron para acercarse a Dios, y hasta hizo una promesa en el Santuario del Divino Niño, en el barrio Veinte de Julio de Bogotá.
Recuerda con claridad que el 4 de enero del año siguiente, aún con debilidad, retomó su trabajo. Al cabo de dos años ya había ganado unos cuantos kilos y estaba trabajando a un ritmo normal en medicina interna en la Clínica Reina Sofia y en su consultorio. Hasta que...
El doctor Rivera fue uno de los profesionales que formó el grupo de Dolor en la Clínica Reina Sofía.
Llegó el coronavirus
Cuando comenzó la pandemia supo que tenía que actuar, de alguna manera vio esa situación como la razón por la que estaba vivo después de una enfermedad y una recuperación tan complicadas como las que había pasado hacía poco tiempo.
En Colombia son pocos los intensivistas titulados en comparación con la cantidad de profesionales que se requerían para hacer frente a una enfermedad de la magnitud del Covid-19. Entonces Rivera decidió montarse en la cresta de esa ola que apenas asomaba, sin importar el riesgo evidente que representaba para él después de pasar por tantas complicaciones. “Y sí, es un riesgo, pero alguien lo tiene que asumir, y si yo estoy vivo es porque le tengo que dar gracias a Dios, a la vida que por algo me tiene vivo, estoy ahí para pagar el hecho de estar vivo”, explica hoy el doctor Rivera con convicción.
Al principio de la pandemia no comía nada dentro de la clínica para no quitarse el tapabocas en ningún momento, prefería comer afuera o en casa. Dormía en una habitación separado de su esposa y comía lejos de ella y sus hijos. Se bañaba una vez llegaba a la casa y no asistía a ningún evento social (estos últimos cuidados se mantienen). Solo hasta marzo de 2021, cuando lo vacunaron, fue consciente del riesgo tan alto que había corrido al tratar de cerca a personas con el virus sin tener inmunidad, y sí en cambio una condición delicada.
Sin perder de vista que cada seis meses debe hacerse tomografías y estudios de sangre para asegurarse de que el cáncer no vuelva a aparecer, se ha dedicado a estudiar el Covid-19, enfermedad sobre la cual se iba conociendo una cosa nueva cada día durante los primeros meses de la pandemia. “Es una enfermedad diferente, no la conocemos bien y al inicio nos enfrentamos a ella con los ojos cerrados”. Y explica que, aunque probablemente hoy haya algunos aprendizajes, un concepto más claro que hace las cosas más fáciles, sigue siendo una enfermedad de difícil manejo y diagnóstico. “Pero yo me entrené para esto, esta es mi especialidad”.
No ha sido fácil trabajar en UCI
El trabajo en una UCI por coronavirus implica tomar decisiones difíciles y ver morir a muchos pacientes. “Cuando el paciente llega a la unidad de cuidado intensivo normalmente está diagnosticado, por eso la decisión más difícil que se nos presenta es intubarlo y evitar el riesgo de contagio”. El doctor Rivera cuenta que, aunque al principio vio morir a muchas personas mayores, hoy en día el panorama es distinto, probablemente porque muchos de ellos ya se encuentran inmunizados y porque las personas jóvenes son más fuertes y acuden a la clínica cuando la enfermedad ya está avanzada. “El más viejo que he intubado en este último pico no supera los 70 años, la gran mayoría son pacientes entre 50 y 52 años”, cuenta.
Pero hubo uno de ellos que lo marcó especialmente porque era su amigo. El 12 de agosto falleció una persona muy allegada a su corazón, lo quería como a un padre. “El único consuelo que me quedó es que por lo menos yo estuve con él, lo acompañé hasta el momento de morir”. Dice que lo más difícil de toda la situación es ver cómo las personas mueren en soledad, porque así lo obligan las circunstancias.
El doctor Rivera asumió su labor en la pandemia con el mismo convencimiento con el que habla de su retiro del cuidado intensivo. “Termina la pandemia y el cuidado intensivo se acaba para mí”, declara. Durante 20 años se ha dedicado a la UCI: fue estudiante, promotor de la especialización, profesor de la misma y ahora hace frente a una pandemia, que considera su objetivo final en esa área, la razón para haberse preparado tanto. Incluso, la razón para estar vivo.
A la pregunta sobre cuándo cree que acabará la pandemia, responde que el Covid-19 quedará como enfermedad endémica y habrá unidades de cuidado intensivo dedicadas a atenderla, pero la crisis acabará posiblemente a finales de 2021, al menos en Colombia, cuando haya un número mayor de personas vacunadas. “El virus no va a desaparecer, pero la crisis sí; en ese momento me dedicaré a mi consulta y a hacer algo de investigación”, concluye.
El arte para expresar las emociones
Pinta cuadros al óleo con figuras humanas, animales o abstractas, que dan cuenta de sus emociones. “Creo que todo es emocionalidad, mis cuadros son expresiones, momentos, vivencias de todos los días”, comenta. Sus pinturas se transforman con el pasar de los días: a veces empieza a pintar con una idea y al final obtiene un resultado completamente distinto. Solía pintar en las noches y los fines de semana, pero ahora lo hace cuando puede, pues el trabajo absorbe la mayoría de su tiempo. “Cuando a mí algo me apasiona simplemente lo hago”, dice. Un cuadro reciente muestra al murciélago que trajo el coronavirus y rostros con tapabocas y ojos agotados.
“Creo que todo es emocionalidad, mis cuadros son expresiones, momentos, vivencias de todos los días”.
Cuidado y autocuidado como aprendizaje
Todavía hoy, para algunas personas pareciera que la pandemia no existe, que las cosas están en calma porque apagaron los noticieros. Sin embargo, el peso de aquello que representa la palabra pandemia ha caído con fuerza sobre las víctimas y todo el personal de salud encargado de afrontarla. Asegura que, en este momento, más de un año después de estar haciendo lo mismo todos los días, el personal de salud está fatigado. No hay ninguno que no quiera parar, pero saben que no hay nadie más que pueda hacer su trabajo.
“Desafortunadamente no aprendimos que hay momentos de la vida en que no podemos socializar, que es una cuestión de autocuidado. A todos nos cuesta quedarnos en casa. No conozco el primer paciente en la unidad de cuidados intensivos que no se haya contagiado en una reunión social. Somos seres humanos. Ver morir a tantas personas, y personas jóvenes, no es a lo que uno está acostumbrado, es muy duro”, dice Rivera.
Pese a todo, él conserva una suerte de optimismo, pues considera que todo esto ha sido una gran enseñanza de vida para muchas personas. “Aprender a respetar nuestro cuerpo y el de los demás, y entender que la responsabilidad de que las cosas mejoren está en nuestras manos, es la mayor enseñanza”, dice. Y explica que, aunque la vacuna brinda cierta tranquilidad, desde ningún punto de vista es una solución absoluta, porque aun con inmunidad, una persona se puede infectar. La severidad será menos marcada, pero eso no quiere decir que no debamos mantener los cuidados.
Pensando en el futuro, José Nelson Rivera cree que al cabo de unos 10 años se verán los cambios culturales fruto de esta pandemia. Es decir, que la generación que nació y está creciendo en medio de esta crisis tendrá la cultura del autocuidado y cuidado colectivo, que será más responsable con su cuerpo, con la naturaleza, con la vida y con los demás. El único mensaje importante hoy es que la vida está en nuestras manos, y somos nosotros quienes le podemos poner un punto final a todo esto.
*Periodista de Bienestar Colsanitas.
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