Superar el duelo es un proceso lento, largo, penoso. Pero necesario para seguir adelante ante una pérdida. La autora da algunas ideas para superar la muerte de un ser querido.
a palabra duelo proviene del latín dolus que significa “dolor”, particularmente por una pérdida. Es una palabra asociada a sentimientos de tristeza y aflicción frente a la muerte de un ser querido, y en general frente a una pérdida significativa.
A la muerte de un ser querido le sigue un proceso de duelo por parte de las personas allegadas al fallecido. Existen prejuicios a la hora de enfrentar dicha situación, que pueden conducir al doliente a no reaccionar, u ocultar o rechazar los sentimientos de tristeza que tiene en esos momentos, y a adoptar una forzada apariencia de fortaleza y “valentía” ante el dolor.
Esa idea de “encerrarse y esconder las lágrimas” es equivocada. El llanto que más reconforta es el que se puede compartir con otros. Expresar sentimientos de dolor, sana y ayuda a crecer, mientras que reprimir emociones puede desencadenar un cuadro psicosomático que involucra dolencias y enfermedades físicas.
Al igual que una herida física causada por un golpe o una cortadura necesita cuidados, una herida emocional causada por una pérdida o un evento traumático requiere acompañamiento psicológico, para procesar y elaborar el golpe emocional.
Se trata de transitar del dolor a la esperanza guardando siempre el recuerdo agradecido del ser querido que partió”.
El duelo no es un proceso lineal, tiene continuos altibajos. Algunos días la persona que sufrió la pérdida amanece con ánimo y motivación, y otros días disminuye su fortaleza y se siente abatida.
Durante la etapa inicial del duelo se recomienda ocuparse de sí mismo y cuidarse, hablar sobre la pérdida, establecer lazos con quienes la persona se sienta más cómoda, y de esta manera evitar aislarse.
El duelo es un proceso lento, largo y penoso. Se llega a la etapa de la recuperación a través de pasos, momentos esenciales como conectarse consigo mismo y darse permiso de expresar sentimientos de vulnerabilidad, enojo, tristeza, miedo, culpa y dolor; aceptar la idea de que el ser querido parte para siempre; adaptarse a la nueva realidad de la vida en la cual esa persona ya no estará presente nunca más; encontrarle sentido y un profundo significado al futuro a partir de los recuerdos y la relación construida con ese ser querido a lo largo del tiempo que compartieron; recuperar la energía en torno a las actividades diarias. Se trata de transitar del dolor a la esperanza guardando siempre el recuerdo agradecido del ser querido que partió.
Acompañar al doliente
¿Cómo pueden acompañar a la persona en duelo sus cercanos? Brindándole confianza, apoyo y escuchándolo con actitud receptiva. Es importante acogerlo con cariño; favorecer la comunicación permanente; validar la expresión de sus emociones; reforzar sus fortalezas y su capacidad de resiliencia. Le será de ayuda poder compartir sus aprendizajes y sus proyectos personales frente a la vida futura. En suma, acompañarle espiritualmente con misericordia, viendo la necesidad del otro con el corazón.
Nadie debería morir solo. De igual forma, nadie debería vivir un duelo en soledad. Es sano estar acompañado en el sufrimiento. Gradualmente disminuirá la intensidad del dolor. Los pensamientos tristes se transformarán en recuerdos entrañables y en gratitud por la vida de ese ser amado. La persona va a recuperar la tranquilidad y la capacidad de encauzar las actividades del día a día. Poco a poco la persona va a sentir que la vida continúa.
Al final del proceso de duelo la persona redescubre la ilusión y la esperanza frente al futuro, logra recordar en paz al ser querido y se replantea su vida sin esa persona. En adelante llevará guardado su recuerdo en la memoria del corazón por siempre, pero ya no experimentará ese dolor del alma que se siente ante la pérdida.
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