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Bienestar Colsanitas

Cómo elegir el jardín infantil

Afinidad con la línea pedagógica, conveniencia en los costos y la ubicación y seguridad en las instalaciones son algunos principios generales. Una mamá cuenta todo lo que aprendió en la búsqueda de jardín.

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espués de haber estado prácticamente pegada a mi hijo durante el periodo de lactancia, elegir jardín infantil fue una tarea difícil. No solo implicaba escoger un lugar ideal, sino también separarme de mi bebé. Hoy mi hijo va a cumplir cuatro años y ha pasado por tres jardines infantiles. Cada uno de ellos implicó un trabajo de búsqueda: preguntas a allegados, revisión de sitios web, visitas, cuadros comparativos en Excel con columnas de costos, filosofía y ubicación. Pero al final hubo mucho de intuición y de observación. Esta fue nuestra experiencia.

Empezar por lo básico

Empezamos por definir cuáles eran los requisitos mínimos que debía tener un jardín, es decir, aquellas cualidades deseables de cualquier establecimiento para la primera infancia: el aseo y la higiene; la formación y estabilidad de su planta docente; el cumplimiento de las normas legales, permisos y protocolos de seguridad; unas instalaciones adecuadas y seguras donde haya bajo riesgo de accidentes.

Otro aspecto clave fueron las referencias de otros padres. Tras indagar, descubrí que la directora del primer jardín tenía más de treinta años de experiencia docente y había colaborado en varias iniciativas alrededor de la pedagogía para la primera infancia. En otras palabras, para ella educar es una responsabilidad y una pasión que trasciende el negocio. Lo digo porque encontré muchos jardines infantiles donde veían a los “papitos y mamitas” como clientes y se centraban en decir lo que creían que queríamos escuchar, en lugar de tener una filosofía clara de formación y acompañamiento.

Otro aspecto que nos conectó con los jardines de mi hijo fue el del periodo de adaptación de la familia. No solo del pequeño, también de mamás y papás que, aunque juegan su papel de adultos, sienten que algo se quiebra cuando dejan a sus bebés en ese lugar. Muchos jardines ofrecen periodos de adaptación y desapego para un acudiente y el niño. Así, poco a poco, cada familia y cada niño se van sintiendo en confianza con ese espacio y esas personas extrañas.

También era ideal que el jardín no quedara muy lejos de casa, que los grupos de niños fueran pequeños y que contaran con un docente y un auxiliar. Clave, desde luego, que lo pudiéramos pagar. En fin, solo con esto limitamos mucho la búsqueda. Sabíamos más o menos a dónde apuntar.

Seguir con el fondo

Luego vino una tarea más difícil. Buscamos, además, que nuestras ideas fueran acordes con las del jardín y que nos sintiéramos cómodos con los otros padres. En eso, cada familia debe evaluar qué es lo que considera más importante. ¿Queremos un jardín religioso? ¿Nos interesa que tenga énfasis en determinadas áreas o valores? ¿Ese jardín va a ser un “trampolín” para ingresar a algún colegio? Ahora hay infinidad de líneas pedagógicas que se han convertido en tendencia: la pedagogía Montessori, la Waldorf o la Reggio Emilia, por ejemplo, así como la idea de las inteligencias múltiples. ¿Con cuál nos identificamos más?

De cualquier manera, hay dos elementos claves que, de acuerdo con especialistas en primera infancia, no pueden ser pasados por alto: el espacio para el juego y el desarrollo socioemocional de los niños. Para José Fernando Mejía, psicólogo, director del programa Aulas en Paz, debe ser explícito que les enseñen a los niños a identificar sus emociones, a hacerse cargo de ellas, a regularlas, a darles un lugar y un sentido en su vida. “En esas edades este aspecto es fundamental, e incluso es mucho más importante que lo académico. En los jardines hacen ofertas de bilingüismo u otro tipo de aprendizajes que también son relevantes, pero que no corresponden a la edad ni a la etapa de desarrollo de los niños. Lo que es verdaderamente importante en este periodo es que ellos identifiquen su mundo interno, emocional, cognitivo; que construyan relaciones con los demás, que aprendan a negociar, a estar en el colegio”.

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"Lo que es verdaderamente importante en este periodo es que ellos identifiquen su mundo interno, emocional, cognitivo; que construyan relaciones con los demás".

Juliana Molina Urdinola, certificada como educadora de padres y docentes en disciplina positiva, y directora de Admisiones del colegio Colombo Hebreo, ratifica esta idea: “¿Qué tal si aspiramos a un colegio que les enseñe a nuestros hijos a saber qué hacer cuando no están felices? (…) Para saber qué hacer con la frustración debemos frustrarnos; para saber qué hacer con la tristeza debemos atravesarla, y para disfrutar la felicidad debemos saber qué es estar triste, frustrado, bravo, aburrido… y así discernir. No se trata de crear situaciones dolorosas para que aprendan, se trata de exponerlos a la vida real. Permitirles explorar sus emociones sin etiquetarlas como buenas o malas”.

Para Molina, es necesario entender que el propósito de la primera infancia no es el de aprender contenidos académicos. Esta etapa se debe centrar en el desarrollo de habilidades sociales y emocionales, y el juego libre debe ser una variable importante dentro de la propuesta de un jardín infantil.

¿A qué edad debería ingresar un niño al jardín infantil?

Al respecto, dice Molina, vale la pena preguntarnos si la decisión del ingreso al jardín viene dada por las necesidades del niño o de los adultos. En este sentido, no hay una edad determinada para el ingreso al jardín, esta varía de acuerdo a cada niño; además, no siempre es cuestión de edad o desarrollo, sino de los requerimientos de los padres.

Para algunas familias —continúa Molina— es prioritario que sus niños ingresen a cierto colegio; en esos casos, los convenios entre jardines y esos colegios son importantes; otras veces el énfasis del jardín se centra en preparar a los pequeños para el proceso de admisión. Así las cosas, los papás empiezan a hacer cuentas: si la edad de ingreso en cierto colegio son los tres años, entonces el niño tendría que estar en el jardín a los dos para estar preparado para el examen de admisión.

El propósito del ingreso al jardín infantil también se relaciona con el final de la licencia de maternidad o con una nueva oportunidad laboral. En mi caso, empecé mi maestría y me di cuenta de que no podía depender de mis papás o de mis suegros para el cuidado del niño; eso, sumado a que nuestro hijo no socializaba con pares, hizo que estableciéramos un nuevo criterio para elegir jardín: que la jornada escolar coincidiera con mis horarios y los de mi esposo.

Mi niño entró al jardín al año y medio, y durante dos semanas lloró casi todos los días. El apoyo que la coordinadora pedagógica me dio para ese desprendimiento fue invaluable. En estos casos, lo más aconsejable es, por un lado, confiar en la institución que queda a cargo del niño; y, por otro, soltar, relajarse y evitar transmitirle al niño la ansiedad, pues el vínculo emocional entre los padres y el bebé es muy fuerte.

Luego nos mudamos y el niño entró tranquilo y sin llantos al siguiente jardín. Sin embargo, después de tres meses lloraba desconsolado y se escondía para que yo no lo llevara. Eso me llevó a buscar otra alternativa. Ahora lleva seis meses en el nuevo jardín y está tranquilo. Antes de matricularlo, decidí pedirle que me acompañara a visitarlo. ¡Cómo no pensé antes en eso! A él le gustó la amabilidad de las profesoras, el inmenso patio y los animales. Yo quedé enamorada de su biblioteca, de la calidad de las docentes, de la energía del lugar.

Todavía recuerdo las palabras de Raquel Cuperman, especialista en educación inicial y literatura infantil, cuando le dije que era muy difícil encontrar un jardín bueno y pagable: “Nada te garantiza el lugar perfecto e ideal. Muchas veces depende del profesor que le toque ese año, o de los compañeritos. Hay que confiar un poco y ponerse bravos otro poco, y soltar y volver a agarrar. Pero lo más importante es lo que haces tú en casa”.

Me llevo este consejo para mi nueva búsqueda: la de “colegio grande”.

Zully Pardo

Editora e investigadora especializada en literatura para niños y jóvenes.

Durante su proceso escribió el blog Memorias de una sanación: http://desnodulo.blogspot.com

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