Algunos grupos de WhatsApp han sido muy útiles en estos tiempos de aislamiento y cuarentena, incluso si los integrantes son personas que uno no ha visto en las últimas décadas.
ace un par de meses me refería yo, muy preocupado, a la gran brecha digital que separa a los conectados de los que no tienen acceso a las nuevas plataformas y a los que no están familiarizados con ellas, en particular para atender algunas de sus necesidades en estos tiempos de encierro, aislamiento y pandemia. Pero también es necesario agradecerles a las tecnologías digitales el bien que le han hecho a quienes tenemos la posibilidad de conectarnos.
Mucho se ha hablado de lo aburridas y despersonalizadas que son esas reuniones de teletrabajo por plataformas como Teams, Meet o Zoom. Pero también se puso en evidencia lo fácil que resulta ahora, por ejemplo, contar en eventos y charlas con la presencia de participantes que cuesta un ojo de la cara o es todo un complique llevar a un evento de manera presencial.
Ya se acepta la imagen que capta la cámara de un computador personal o un teléfono celular como material audiovisual digno de aparecer en la pantalla de televisión. Esto se vio de manera más que evidente durante la transmisión de la entrega de los premios India Catalina, en los que fueron frecuentes señales de video y audio defectuosas y la caída casi constante de la señal, y nadie se estresó ni se preocupó pues forma parte de “la nueva normalidad”.
La tecnología también ha sido uno de los grandes consuelos para personas de todas las edades que cuentan con acceso a redes y, en particular, a las distintas plataformas de comunicación que se han vuelto tan recurrentes. Gracias a las videollamadas las familias aisladas han podido mantener un contacto cercano. Los abuelos han podido ver, así sea en dos dimensiones, formato reducido y sonido de mala calidad, cómo crecen sus nietos, cómo aprenden a caminar, les salen dientes y aprenden nuevas palabras.
En estos días asistí de manera virtual a la boda de la hija de una pareja de grandes amigos. Ellos estaban en Washington y al evento pudieron asistir (si a esto se le puede llamar asistir) familiares y amigos que viven en Colombia, otros lugares de Estados Unidos, México, España, Italia, Australia, China, Japón... No es lo ideal, claro está, pero gracias a una plataforma llamada Wonder gran cantidad de personas los acompañamos desde cuatro continentes distintos. Hace un año a casi nadie se le hubiera ocurrido esta posibilidad que hoy nos parece más que obvia.
En este año de pandemia los grupos de WhatsApp han sido de gran utilidad para mi estabilidad emocional. Así sea para intercambiar comentarios sin importancia, canciones o chistes que andan sueltos por las redes. En algunos grupos la mayoría de los integrantes son personas que he visto a lo largo de estos años. Digamos que los he visto crecer. Estos grupos me han servido, ante todo, para mantenerme al día.
Pero quiero detenerme en un detalle. Formo parte de dos grupos en los que la gran mayoría de los integrantes son personas de las que no volví a saber nada en 1972, en 1975, o compañeros de la universidad que traté de manera muy tangencial. Rostros actuales que no me dicen nada, nombres que me suenan pero que no ubico, fotos viejas que me llevan a recuerdos muy borrosos e inciertos, personas que no recuerdo o que jamás conocí.
Y sin embargo, con algunos de ellos ha bastado compartir alguna broma, alguna foto o un par de canciones para que ya los considere ahora amigos de toda la vida, con quienes me siento en absoluta confianza a pesar de la gran distancia en el espacio y el tiempo que nos separan. Me sorprende y alegra que así sea, por más virtual o de mentira que sean esas inesperadas nuevas amistades virtuales que me han hecho tanto bien. Lo agradezco, así el encierro y el aislamiento sigan siendo encierro y aislamiento. Ya habrá tiempo de poder darles un abrazo de carne y hueso. (Continuará)
*Periodista y escritor. Miembro del consejo editorial de Bienestar Colsanitas.
Dejar un comentario