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Bienestar Colsanitas

¡Soy mamá! ¿Dónde quedó Carolina?

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¿Qué pasa después del parto?¿Cómo se vuelve a ser mujer después de ser madre? La autora-periodista, escritora y madre- comparte su experiencia.

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i mamá dice que huelo diferente desde que nació mi hijo. Ya no reconoce en mí el olor a bebé que asegura que conservé hasta dar a luz a Luca. ¿Pero cómo voy a guardar aquel perfume si la yo que queda es diferente a la yo que fui? Cuando salgo de la ducha y el vaho todavía cubre el espejo logro ver la silueta que reconozco, pero es ilusión. Apenas se despeja aparecen ante mí las estrías, la piel flácida de la barriga, las manchas en la cara y por supuesto la enorme cicatriz por la que salió el niño que me mira desde su silla, ahí a mis pies. La peinilla queda completa- mente cubierta del pelo que se me cae a manotadas hace meses. No puedo quedarme contemplando mi nueva figura, porque los pezones empiezan a gotear y limpiar el reguero de leche pegajosa es horrible.

Agradezco la leche que alimenta a mi bebé, el cuerpo que lo cargó durante nueve meses; porque tenerlo a él es un pequeño milagro. Mi historia clínica confirma una endometriosis severa y síndrome de ovario poliquístico que entorpecieron el camino a la concepción de mi “enano mágico”, como le digo. Un niño deseado, soñado, esperado. Aun así, nadie te prepara para la soledad y la incertidumbre del posparto. Sí, claro, te advierten que la vida cambia, que no se vuelve a dormir, que el amor que se siente es lo más grande e infinito que existe. En efecto, para mí es un sentimiento inconmensurable e imposible de poner en palabras, ante el que sólo puedo expresarme con lágrimas, porque brota igual que ellas.

No se habla de ese otro nacimiento, del alumbramiento de un nuevo yo que ahora es madre y del que se espera que tenga todas las respuestas, que sepa por instinto qué hay que hacer. Pero el instinto no es instintivo, se aprende. Que hayas cargado a tu bebé adentro no quiere decir que lo conozcas. Eso también se aprende, así cómo qué le molesta, qué lo hace sonreír, cuándo tiene hambre. Soy mamá. ¿Dónde quedó Carolina? A Carolina le gustaba tomar clases de ballet, leer, ver películas. La mamá que soy ahora no tiene tiempo para ninguna de esas cosas. Extraño cruzar una calle sin pensar si el andén es muy  alto para el cochecito, o tomarme un café sin que alguien empiece a llorar porque hay que cambiarle el pañal. Así mismo, verlo sonreír al despertarse, sentir sus manos acunando mi teta mientras come, son gestos que no conocía y que ahora necesito tanto como el aire. ¿Dónde termina él y empiezo yo?

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Todos se sienten capaces de opinar y juzgar qué hace buena a una madre. Según la creencia tácita, la característica principal es la abnegación. ¿Pero una madre que sólo es madre y no ella misma qué le puede enseñar a su hijo?”.

 


La respuesta aún no la conozco, pero sé que aunque añoro el tiempo que tenía para mí, lo extraño y envidio en los demás, mis brazos no se reconocen ya sin el peso del cuerpito de mi hijo apoyado contra el mío. Que al salir a hacer una vuelta de treinta minutos sola me siento libre, ligera, pero al mismo tiempo un hilo invisible me jala de regreso a casa y soy feliz al reencontrarme con sus cachetes.

Todos se sienten capaces de opinar y juzgar qué hace buena a una madre. Según la creencia tácita, la característica principal es la abnegación. La madre sacrificada y entregada, la que todo lo hace en pro de sus crías. ¿Pero una madre que sólo es madre y no ella misma qué le puede enseñar a su hijo? Soy madre y soy Carolina, lo uno no borra lo otro, aunque el trauma del nacimiento me haya cambiado para siempre. Soy una nueva versión de la persona que fui, soy una actualización del programa original. No puedo decir si mejor o peor, simplemente distinta. Tengo que aprender a darme los espacios que me permiten ser más allá de mi hijo y así poder enseñarle a él quién es la persona que se convirtió en su madre. Que ser su mamá es lo mejor que me ha pasado, pero mi existencia no se agota con la suya. Nunca quiero reprocharle que su vida me ha cambiado, quiero celebrar a esa nueva Carolina que soy gracias a él. Sobre todo, porque quiero volver a leer y a bailar como antes a pesar de saber que ese antes se quedó allá, en el pasado, y que mi presente es este.

Soy mamá y aunque eso no me define como persona, nunca pensé que el corazón pudiera hincharse tanto de amor hacia otro ser. Y mientras él se pone cada día más lindo y yo me siento cada vez más fea trato de recoger los pedazos de mi ser, reencontrarme frente a ese espejo que no miente y que me asegura que necesito algo más de rubor hoy.

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Carolina Vegas

Periodista y escritora. Es autora de El cuaderno de Isabel, Un amor líquido. Autorretrato de una madre (Grijalbo, 2017).