La equinoterapia ha venido estandarizando unos parámetros desde la década del cincuenta del siglo pasado, y con ello ha establecido su eficacia para tratar ciertas dolencias.
unque sus raíces más profundas están afianzadas muy atrás en el tiempo, dado que la relación hombre-caballo ajusta ya milenios, la historia de la moderna terapia con caballos empezó gracias a la tenacidad de Lis Hartel, una equitadora danesa que se negó a rendirse frente a una poliomielitis que limitó severamente los movimientos de sus piernas, brazos y manos. Deportista de alta competencia, desde el comienzo de su enfermedad tuvo claro que la manera más consecuente de enfrentar la tendría que estar relacionada con su pasión por el adiestramiento de caballos.
Ella tenía 23 años cuando la atacó el virus, y a pesar de los consejos médicos en contrario decidió que volvería a cabalgar como complemento a los ejercicios de terapia física y a las ayudas de ortopedia. Poco a poco éstos fueron quedando en un segundo plano porque en 1947, tres años después de haber enfermado, su férrea disciplina de levantarse a entrenar cada día con su caballo le valió recuperar la tonicidad muscular en las extremidades superiores y en los muslos, aunque no en las piernas, que eran las más afectadas por la enfermedad.
Lis necesitaba ayuda para subir y bajar del galápago, pero una vez establecía comunicación con el animal nadie notaba nada raro en aquella excepcional amazona de adiestramiento ecuestre, la disciplina que practicó toda la vida y que también se conoce como dressage. Poco a poco, a medida que recuperaba el control de las diferentes partes del cuerpo, fue ascendiendo en el nivel competitivo hasta que, tras ganar un buen número de campeonatos en su país y en Escandinavia, fue seleccionada para integrar el equipo olímpico de Dinamarca en los juegos de Helsinki de 1952. Ganó medalla de plata y repitió cuatro años después en Estocolmo, donde tuvieron lugar las competencias ecuestres de los juegos de Melbourne, porque en Australia había una epidemia de fiebre equina. En ambas ocasiones subió al segundo escalón del podio apoyada en sus muletas y ayudada por sus competidores masculinos, y el mundo supo entonces que la hazaña de Lis había sido posible gracias a su persistencia sobre el lomo de Jubilee. Ella continuó compitiendo muchos años más, pero su labor se concentró sobre todo en una fundación de lucha contra la polio y en la difusión de las técnicas de rehabilitación física descubiertas por ella y los terapeutas que la acompañaron en su proceso.
La explicación del milagro de recuperación de Lis está en el vigoroso masaje físico y mental que ocurre cuando se monta a caballo. En cualquier persona produce una sensación de bienestar y confianza en sí misma muy difícil de describir, pero desde la Grecia antigua hasta el presente una variedad de filósofos y médicos han descrito el fenómeno en diferentes términos que pueden resumirse en una sola idea: montar a caballo estimula el cuerpo, los sentidos en general y la mente, que adquiere gran fortaleza al saberse capaz de establecer comunicación con un animal noble y poderoso.
Los fundamentos científicos de la equinoterapia aún son objeto de debate, pese a que los primeros centros dedicados a ella se esparcieron por toda Europa desde la década de 1950. Al doctor alemán Max Reichenbach se le considera el pionero de la disciplina, porque desde 1953 la implementó en su clínica y publicó los primeros estudios que presentaban de manera sistemática los resultados en pacientes aquejados por diversas dolencias. Desde entonces algunos especialistas le otorgan toda su importancia como técnica auxiliar en diversos tratamientos, pues la ciencia ha logrado establecer que el bienestar producido por la monta tiene fundamentos sólidos. Parece que al ir ahorcajado sobre el lomo del caballo la espina dorsal del jinete queda perpendicular a la columna vertebral del animal, de modo que cuando éste inicia la marcha sus movimientos tridimensionales estimulan piernas, muslos y caderas para transmitir directamente al cerebro, a través de la médula espinal, sensaciones que constituyen una forma diferente de relacionarse con el entorno. Por eso la hipoterapia, como también se la conoce, se constituye en ayuda invaluable para el tratamiento de traumas y enferme[1]dades relacionadas con el sistema nervioso central.
Los fundamentos científicos de la equinoterapia aún son objeto de debate pese a que los primeros centros dedicados a ella se esparcieron por toda Europa desde la década de 1950.
El andar del caballo, al actuar sobre la pelvis de quien monta, reproduce los mismos movimientos que ejecuta cualquier persona cuando camina. Ello ocurre porque mientras se eleva la grupa de un lado desciende el dorso contrario, en una alternancia que mece las caderas del jinete cuatro veces cuando el caballo anda al paso y dos cuando trota, razón por la cual lo que más se recomienda es ir al paso, con toda la tranquilidad del mundo, igual que se hace durante una caminata recreativa.
Otra de las explicaciones a la forma en que opera la hipoterapia es el calor emanado por un caballo, superior a los 38˚, pues esos dos grados de diferencia respecto al cuerpo humano actúan como relajantes que logran distender la rigidez muscular de los miembros. Se trata de una reacción corporal que no es extraña para cualquier jinete experimentado, pero que cuando ocurre en alguien que tiene la musculatura endurecida puede llegar a ser balsámica. En resumen, el dorso de un caballo trasmite cada minuto a quien lo monta un centenar de impulsos que lo obligan a reaccionar para mantener el equilibrio, lo cual se traduce en bienestar físico y emocional.
A partir de esos conocimientos las maneras de practicar la terapia son infinitas, en la medida en que cada paciente tiene sus particularidades, pero en términos generales puede decirse que se requieren caballos de temperamento apacible, por lo general con una edad cercana a los diez años. Médico y terapeuta son los que definen si se utiliza silla o se monta a pelo, o si el paciente debe limitarse a estar en contacto con el animal, por ejemplo, acariciándolo sin montarlo; o si lo hace al trote, de cabestro o en solitario. Existe incluso una modalidad de ejercicios gimnásticos sobre un caballo controlado por un instructor, que busca fomentar la confianza y autoestima del paciente, así como el trabajo en equipo cuando se practica en grupo.
De ese punto algunos pacientes pasan a practicar una suerte de equitación tradicional, pero adaptada de tal modo que reduzca los riesgos de accidente y permita al jinete desarrollar las habilidades requeridas por la monta. Se han documentado casos de rehabilitación en personas ciegas, o que han sufrido lesiones de médula o amputaciones de miembros.
No soy médico ni terapeuta, apenas un amante de los caballos. Y por haber estado cerca de ellos toda la vida he visto la forma en que la equinoterapia obra en las personas aquejadas por algún mal físico, y puedo dar fe de sus beneficios, que van desde sorprendentes recuperaciones en casos de amputación hasta un sutil cambio de actitud en algún niño aquejado por síndrome de Down, que resultó reconfortante y esperanzador para su familia y para él. Sobre todo para él, que en últimas es de lo que se trata.
* Escritor colombiano.
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