Los protagonistas de estas tres historias decidieron cambiar de carrera o de oficio con la convicción de seguir siendo productivos y, sobre todo, felices. Rompieron paradigmas y emprendieron un nuevo camino laboral, después de los 50 años.
Dar un giro radical al estilo de vida cuando se han superado los 50 años de edad es el gran reto que enfrentan quienes no están conformes con lo que hacen, lo que tienen o lo que impone la regla social. Puede tratarse de profesionales hartos de sus rutinas, aventureros ansiosos por detener la ruleta, sedentarios que necesitan adrenalina o pensionados que quieren diversificar sus ingresos. En la mayoría de los casos están en juego dos factores determinantes: la estabilidad emocional y la seguridad económica. Tener claros los objetivos es el mayor de los impulsos.
Al respecto, la doctora en psicología Andrea Ortiz dice que la toma de decisiones en la adultez está muy influenciada por lo que las personas consideran “el deber ser”, las normas impuestas por la sociedad y la necesidad de satisfacer las expectativas que otros tienen con respecto a ellos. Pero cuando el individuo supera un ciclo vital y llega a la edad madura se encuentra en una encrucijada en la que puede escoger seguir la ruta que lleva, que no necesariamente tiene que ser frustrante o incómoda, o embarcarse en un camino novedoso donde casi todo es desconocido: “Lo importante es ser capaces de asumir los riesgos desde la perspectiva de su nuevo sentido de vida, en el que priorice sus experiencias, sus ilusiones, sus preferencias y sus convicciones personales”, apunta.
El retiro voluntario o la jubilación son también condiciones que plantean un nuevo escenario y la posibilidad de escoger un proyecto distinto al que se tuvo por décadas. Para algunos, disponer de tiempo libre remunerado es motivo de celebración; en otros, el cambio de rol genera un impacto psicoafectivo negativo que puede requerir orientación; y hay otro grupo que encuentra en esa nueva etapa la posibilidad de diversificar sus formas de producción y aprender cosas nuevas. En cualquier caso, ojalá que las historias que aquí les compartimos sean inspiradoras.
De funcionario público a abogado laboral
Luis Heras Ramos comenzó a estudiar Derecho a los 65 años de edad, después de ver graduar a sus dos hijos como universitarios, uno como abogado y el otro como ingeniero, y trabajar durante 24 años y 285 días en la extinta Caja de Crédito Agrario, Industrial y Minero. No conforme con obtener el título en 2019, becado por excelencia académica, se apuntó a hacer una especialización en Contratación Estatal que acaba de terminar en la Universidad Libre, a sus 71 años, también con un récord estudiantil destacado.
De joven no tuvo acceso a la educación superior, así que a Luis se le enseñó temprano a querer el trabajo. A los 17 años consiguió un puesto como portero/ aseador y archivador en la Caja Agraria, en el pueblo de donde es oriundo: Cerro de San Antonio en el Magdalena. Y ahí desarrolló una exitosa carrera administrativa que lo llevó a ocupar el máximo cargo regional de la institución en el Atlántico, aunque académicamente sólo lo respaldaba el noveno grado de bachillerato. En 1991 se acogió al Plan de Retiro Voluntario puesto que la institución iba a ser liquidada y seis años después el Estado aprobó su pensión por vejez.
Pero Luis Heras no es persona de quedarse quieta, así que en cuanto dejó de cumplir horario en las oficinas del banco, trabajó como distribuidor de productos agrícolas y también de cervezas. Hasta que un día lo atracaron en una carretera y le cogió miedo a los viajes. Entonces, con el apoyo y la motivación de su esposa, Omaira Flores, se apuntó en un colegio para titularse como bachiller, se actualizó en el dominio de las tecnologías de la información y al poco tiempo ya estaba asistiendo a clases en la universidad con compañeros de 18 y 20 años.
Hoy en día ejerce la abogacía, principalmente en el área laboral, y la gran mayoría de sus clientes son pensionados de la Caja Agraria que le confían sus casos. Gracias a eso, el 80 % de sus ingresos actuales provienen de esa confianza de la que goza en el gremio y de sus aciertos en los procesos judiciales que asume, puesto que él primero aprendió en la práctica y luego lo certificó la academia.
De odontóloga a dueña de un restaurante
En el colegio de monjas donde estudió Juana Mejía Mojica le inculcaron que las mujeres se casaban jovencitas, tenían sus hijos temprano y vivían para servir a los demás. Entonces ella encontró en una tía odontóloga su modelo a seguir. Y así fue que decidió seguir sus pasos y estudiar la misma carrera, aunque no le gustara tanto.
Ingresó a la Escuela Colombiana de Medicina en 1992 y a los seis años tenía un título que le permitió enrolarse como odontóloga de la Policía Nacional en Ipiales, Nariño. Se enamoró de un policía y se casó con él, tuvo hijos, montó un consultorio privado, pero la receta no era tan infalible como le habían hecho creer las religiosas. El matrimonio no funcionó, tuvo que cambiarse de ciudad y en Bogotá compartió consultorio odontológico con un buen amigo durante varios años. Fue un momento muy gratificante de su ejercicio profesional porque sentía que podía regalar a las personas bienestar en la medida en que les resolvía los problemas de salud bucal que tuvieran.
Pero en 2018 su mamá y sus hermanas se mudaron de Bogotá a Santa Marta y ella las siguió. Y en su nueva ciudad encontró trabajo en un consultorio con un dentista empírico, pero las condiciones de antisepsia y asepsia la sacaron corriendo de ahí. Al poco tiempo estaba sin empleo, sin un plan para garantizarse un ingreso permanente y con 50 años de edad. Cuando empezó la pandemia, un sobrino y dos amigos tuvieron la idea de montar un asadero de carnes al barril, primero para domicilios y luego en la Plazoleta Rodatrucks Rodadero. Ella los apoyó.
El sobrino y sus amigos desistieron pronto y ella se echó al hombro el emprendimiento, junto con sus dos hijos. Entre todos desarrollaron un menú exclusivo que ofrece carnes de primera y bastimentos apetitosos. Y acompañaron esas bondades del producto con una estrategia de mercadeo digital que visibiliza la promesa de regalarle felicidad a los comensales que visitan Al Barril Steak de Santa Marta. Ahora se le ve dichosa desde las 5:00 de la tarde hasta las 12:00 de la noche mientras prepara asados, con el cuidado y cariño necesarios para que los clientes se marchen satisfechos.
De publicista a escritor
Juan Manuel Carreño es el tercero de tres hermanos, creció en una familia bogotana que le dio formación bilingüe y una carrera en universidad privada. A eso atribuye las primeras oportunidades laborales que tuvo cuando recién se había graduado de publicista, la carrera que encontró más cercana a la actuación, que era lo que realmente quería estudiar, pero su mamá se opuso.
Con 23 años y por méritos propios ingresó a la agencia McCann Erickson, en Bogotá, como practicante y, gracias a su dominio del inglés, pasó enseguida a liderar el lanzamiento comercial de los busca-personas de Motorola. Lo hizo bien y en tres años le ofrecieron un buen puesto en una agencia para manejar la cuenta publicitaria de Microsoft en Florida, Estados Unidos. Por un hecho fortuito tuvo que regresar a Colombia, al negocio en el que estaba su familia: la banca. Con jocosidad cuenta que fueron los días más difíciles de su ejercicio profesional, entre otras cosas porque estaba obligado a usar corbata y nada de lo que hacía ahí le gustaba. Así que en cuanto le fue posible migró a otro empleo, en el área de las tecnologías de la información y la comunicación, en donde ganaba menos, pero estaba más a gusto.
Y después de varias experiencias laborales exitosas, fue contratado por una compañía inglesa que organiza juegos de cartas en línea. Y aunque era un trabajo absorbente, le parecía entretenido y bien remunerado. En paralelo, se descomponía el matrimonio en el que había tenido a su única hija. Un día, la adolescente le dijo que le parecía pertinente y rentable dejar de estudiar para convertirse en jugadora profesional de póker. La idea le horrorizó y fue la principal razón por la que renunció a PokerStars, apoyó a su hija para que se fuera a Alemania a estudiar, se mudó a un apartamento frente al mar, en Santa Marta, con su nueva compañera sentimental y se dedicó a la escritura.
Con 52 años de edad hizo varios cursos por internet, se apoyó en conocidos que tenía en la industria editorial y gracias a ellos está en la fase de negociación de su primer libro de no ficción. Una gran amiga, que trabaja en una productora de televisión, le abrió las puertas para vender un guion para serie de televisión sobre los juegos de póker en línea; y otra compañía argentina que contactó por internet, aceptó revisar su propuesta para una serie de TV que contará la vida de un vidente colombiano. En bermudas, alpargatas y con el mar Caribe de fondo como que las ideas le fluyen con más facilidad.
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