Los niños aman las historias, las aventuras, los personajes que transitan por diversos escenarios. Y aman la voz de sus padres. Es decir, todo está dado para animar en ellos el deseo de leer.
uchas de las elecciones de los papás para orientar la vida de los hijos tienen que ver con las pasiones, las frustraciones, los sueños y las habilidades de cada uno. Mis dos hijos hijos leen, dibujan, cocinan, montan en bicicleta y nadan. Siempre han tenido mascotas y están convencidos de que la jardinería es una labor muy importante y necesaria. Son investigadores, pequeños científicos a los que les gusta inventar historias y resolver incógnitas. Lorenzo va a clases de batería y Vicente insiste en ser contrabajista.Yo aprendí a leer como a los 8 años. Y no quiero decir con esto juntar silabas y armar palabras, no. A esa edad fue cuando encontré en la lectura un mundo propio, un refugio mágico. Desde ese momento estoy convencida de que no se puede vivir sin leer, y no me imagino la vida sin libros. Nuestra casa tiene libros en casi todos los espacios.
Cuando llegaron nuestros hijos a la vida, cuando supimos que estábamos embarazados, les empezamos a leer, a cada uno en su momento. Ahí empezó el ejercicio de estimulación de la lectura: en la barriga, en el día a día. El proceso ha sido siempre muy intuitivo, muy amoroso, constante y generoso de parte y parte. Desde el comienzo ellos pusieron su atención y su escucha, y eso me estimuló a mí.
Sus ojos atentos, su cara de asombro, su expresión de tristeza o alegría cuando el Lobo se come a Caperucita y cuando aparece el Cazador; su incesante “mamá otro”: otro cuento, otro rato juntos, otra historia, otro encuentro solo para nosotros. La lectura con los hijos es un ejercicio compartido; ellos le entregan a uno el tiempo y la disposición, uno pone también el tiempo y la intención. Por eso se habla tanto de que la lectura en voz alta teje vínculos. Y es que en el momento de la lectura todos estamos ahí, reunidos alrededor de una historia compartida, que cada quien recibe a su manera. Yo estoy convencida, a partir de mi experiencia, que leer con los hijos va mucho más allá de conocer el contenido de un libro.
¿Que por qué a mis hijos les gustan tanto los libros? ¿Que cómo hago para que se concentren? ¿Cómo sé cuál libro les gustará?, me preguntan con frecuencia. Nosotros hemos hecho de la lectura un hábito, un espacio de encuentro, un tiempo de calidad en familia y, al mismo tiempo, un espacio de independencia y soledad en un sentido muy positivo. Lorenzo y Vicente lo ven y lo viven como un momento muy especial cuando lo hacemos juntos, y como su propio refugio mágico cuando lo hace cada uno solito.
"Nosotros hemos hecho de la lectura un hábito, un espacio de encuentro, un tiempo de calidad en familia y un espacio de independencia y soledad en un sentido muy positivo".
Casi siempre se concentran en la lectura porque les interesa lo que pasa en la historia, porque la lectura la hacemos divertida o misteriosa, a susurros o con voz grave y fuerte… porque le ponemos intención, porque cada lectura la vivimos como una aventura nueva, así sea un libro que hemos leído muchas veces. Siempre hay espacio para la sorpresa. Muchas veces escogemos los libros juntos. Lo hacemos desde la intuición; buscamos temas que les interesan o les proponemos algo nuevo. Nos fijamos tanto en las historias como en las ilustraciones, nos gusta que tengan diversidad en los formatos, en las técnicas, en los temas, en las anécdotas. Creo que lo que les gusta a los niños no es necesariamente un libro en particular: es la lectura juntos; luego viene el amor por el libro. Difícilmente se van a enamorar de un libro que les dejemos por ahí sin presentárselos primero.
Leer juntos ha sido una forma muy especial de conocernos. Por las preguntas, por las conclusiones que saca cada uno, por su actitud frente a la lectura, por sus libros preferidos, lo que recuerdan y lo que olvidan. Cuando leemos juntos hacemos una pausa frente al mundo, y cuando leemos con un niño esa pausa puede durar “días, meses, tal vez años”. Por eso creo que es un ejercicio de resistencia. Entramos en una suerte de universo paralelo en el que no hay celular, no hay otros juguetes (salvo un par de peluches que a veces nos acompañan), no hay otras cosas que hacer. En cambio, sí hay viajes al centro de la Tierra, hay animales que hablan, hay cerditas que aman a Degas, hay niños que comen libros.
Y finalmente: ¡los papás también tenemos que leer, tener espacios propios de lectura!
Leer como un ejercicio de amor y resistencia. Leer para compartir y tejer vínculos. La lectura es una forma de viajar a lugares lejanos y a lugares cercanos, al interior de cada uno. Es una posibilidad de conversar con uno mismo, de apropiarse del tiempo con un ritmo personal, de escucharnos, de hacer amigos para toda la vida. La lectura tiene que ver con una forma sensible de estar en este mundo. Leer nos llena la vida de preguntas y nos invita a responderlas. Leer también es una forma de crear.
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