¿Qué estaban haciendo los miembros de la Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood durante el confinamiento, mientras el resto de la humanidad veía las mejores series del mundo?
Ahora bien, el problema de Emily en París es afirmar, sin asomo de dudas, que la Ciudad Luz sería un paraíso si no estuviera habitada por parisinos. No se puede caer en generalizaciones tan peligrosas teniendo en cuenta el momento histórico que viven los Estados Unidos después de sobrevivir a Donald Trump. Es impresentable afirmar que los gringos son superiores moralmente porque entran a trabajar a las siete de la mañana, mientras los franceses se aferran al único ritual que los ha hecho grandes: el ocio creativo.
Pero Netflix, como David O. Selznick en el Hollywood de los años cuarenta, tiene ganas de llevarse todos los premios este año. Ya no se conforma con sus números disparados —es la plataforma más vista del planeta con 180 millones de usuarios, 20 millones más que Prime—, sino que quiere también el prestigio de los premios. Por eso movió todo su poder para que en las cuatro principales categorías, Comedia, Drama, Miniserie y Película, estuviera alguna de sus producciones. Por esa sed faraónica se quedaron por fuera de competencia PEN15, Insecure o Banquete de cuervos, tres de las series más originales que ha ofrecido la televisión en los últimos años, sobre todo la primera.
Esa es la razón principal por la que irrita tanto que Emily en París esté sentada en la mesa con Ted Lasso, esa maravilla de Apple que ha servido para que una nube de gringos se hagan fanáticos de la Premier League; la esquizofrénica y divertidísima Schitt’s Creek, injustamente maltratada por quien esto escribe, y ahora hipnotizado con la segunda oportunidad que le dio; la atrevida y deliciosa The Great y la aparentemente efectiva The Flight Attendant, el nuevo proyecto de Kaley Cuoco después de The Big Bang Theory, que aún no hemos podido ver en Colombia.
Irrita que esté en la conversación Emily en París porque aún no salimos del shock de la ninguneada que le pegaron a I May Destroy You, esa genialidad escrita, dirigida y producida por la joven actriz inglesa Michaela Coel. Una ausencia que se vuelve grosera teniendo en cuenta además el tratamiento de la historia y la eficacia con la que se ejecuta: una mujer negra es drogada y violada después de haber salido de fiesta con sus amigos. Con la obsesión que tienen los Globos de Oro por ser políticamente correctos, ¿por qué no se dieron el lujo de nominarla? ¿Será que los miembros de la Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood decidieron ignorarla por ser tan difícil de clasificar entre drama o comedia? ¿O los cuatro años de Trump en la Presidencia sirvieron para volver a empoderar el racismo descarado en el establecimiento?
Si por algo se caracterizan estos Globos de Oro 2021 es por la blancura de las nominaciones. En Drama incluyeron la decepcionante Lovecraft Country casi que por cumplir la cuota de raza; e inexplicablemente, acaso por ese fervor que profesa la prensa extranjera por Ryan Murphy, pusieron en la baraja a Ratched, la incoherente precuela de Atrapado sin salida, destrozada por la crítica especializada pero que en estos Globos de Oro será uno de los focos de atención. El último capítulo de Mandalorian la convierte en la mejor producción que se ha hecho de Star Wars en este siglo. Ozark sigue manteniendo su temible y oscura belleza, y con The Crown, Netflix espera arrasar después de su fulgurante quinta temporada. Imperdonable el olvido sistemático que sufren obras maestras como la felliniana New Pope, la atrapante Better Call Saul y la pulida, precisa y admirable Perry Mason, que obtuvo sólo una nominación en la categoría Mejor Actor.
En la categoría de Miniseries me irritan profundamente cuatro de las cinco nominadas. Es que ni Gambito de dama, ni Undoing, ni Normal People, ni mucho menos Poco ortodoxa están cerca de La conjura contra América, magistral adaptación de David Simon de la novela homónima de Philip Roth, producida por HBO; la perturbadora El tercer día, con un cada vez más camaleónico Jude Law, y ni hablar de la mejor miniserie del año, la oscura, profunda y pesimista I Know This Much is True, protagonizada por un inobjetable Mark Ruffalo en dos papeles memorables.
En películas nada que objetar, Netflix se gana con justicia sus dos nominaciones. En Mank le dieron libertad plena a David Fincher para que contara la discutible versión de que fue Joseph L. Mankiewicz el verdadero creador de Ciudadano Kane, y no Orson Welles. Mank es un placer excluyente para los que amamos el cine. El resto es mejor que siga entretenido con Emily en París.
Los siete de Chicago tiene la precisión de las mejores obras de Aaron Sorkin. Es tan buen guionista que todas las productoras le dejan tener el control total de lo que escribe. Él fue el creador del guión de Jobs, la película que resume, en tres presentaciones cruciales, la vida del creador de Apple, un desafío minimalista ejecutado a la perfección por Danny Boyle. Un monumental Sasha Baron Cohen encarnando al activista Abbey Hoffman es lo mejor de una película absolutamente necesaria en los convulsionados años que nos ha tocado vivir.
La gran perdedora de este año fue Amazon Prime. Una nominación en mejor película de comedia con Borat 2 y la inexplicable nominación de Al Pacino por su mediocre trabajo en Hunters suenan a desastre para la segunda plataforma más popular en el mundo. La pregunta que me hago es la siguiente: ¿qué estaban haciendo los miembros de la Asociación de Prensa Extranjera durante el confinamiento mientras el resto de la humanidad veía las mejores series del mundo?.
* Periodista, editor y guionista colombiano.
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