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Bienestar Colsanitas

Mujeres y fútbol: contra todas las dificultades

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La fiebre del fútbol es imparable: cada vez hay más equipos, torneos y clubes para jugar en las ciudades. Y los que se especializan en mujeres que quieren practicar este deporte crecen en cantidad y calidad.

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andra cuida bien a la pelota. Juega en una posición que bien puede ser de mediocampista o delantera, pero ella tiene claro que en el fútbol 5 hay que cooperar en todo. Y el mejor ejemplo lo da su hermana, la capitana y defensa central del equipo, que recibió el pase de Sandra para anotar el primer gol de la final que jugaron el pasado 31 de agosto.

Las hermanas Ibáñez juegan en el equipo de Fesicol, el Fondo de Empleados de Siemens, donde el padre de ambas trabajó por cerca de 40 años. Sandra se ha encontrado con el fútbol en espacios como este desde que empezó su vida laboral: dice que ha hallado más aceptación que rechazo alrededor de este deporte. Empezó a jugarlo cuando tenía 18 años, en la universidad, y después ha formado equipos en los distintos sitios de trabajo por los que ha pasado. Es diseñadora de modas, y ahora muchos de sus clientes —sobre todo clientas— sienten curiosidad y la llenan de preguntas cuando ella les cuenta que va a entrenar o a jugar un partido.

 “Si entrenara más o jugara más, seguramente tendría mejor técnica”, cuenta Sandra unas horas después de aquella final del 31 de agosto. Como ella, muchas de sus compañeras empezaron a jugar al final de su adolescencia o cuando estaban en la universidad. Para nadie es un secreto que hace 20 o 30 años el fútbol femenino no tenía la aceptación y el despliegue que hoy empieza a ganar. En colegios de Bogotá, por poner solo un ejemplo, no había auspicio, hacían falta torneos femeninos y no se formaban equipos.

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“Antes no había entrenadores dedicados al fútbol femenino”, cuenta Ronal Quiroga, gerente de Global Program for Sports, una empresa dedicada a organizar eventos deportivos. Y continúa: “hoy existe un esquema diferente que se ha impuesto durante los últimos ocho años, y en los últimos cinco vino el auge aún mayor del fútbol femenino”. Para este gestor que organiza torneos para empresas, instituciones educativas y grupos de aficionados, el crecimiento en el número de mujeres que practican fútbol está mediado por “las polémicas alrededor de la liga profesional de fútbol femenino, la Selección Colombia, los resultados que tiene y la pasión que despierta en todo el país”.

En La Futbolera, un edificio de canchas de fútbol en Barrios Unidos en el que Ronal suele organizar algunos torneos, es normal ver grupos de mujeres que se reúnen para jugar. En no pocas ocasiones organizan partidos con los grupos de hombres de la cancha de al lado. Sandra cuenta que a veces “no es fácil que algunos hombres sientan que uno puede jugar mejor que ellos, no lo asumen”. Pero ese sábado de agosto, cuando el equipo de Sandra y su hermana jugaba la final contra el equipo del Fondo de Empleados de Carrera Diplomática y Consular (Femdi), los hombres eran solo espectadores de un partido que al finalizar el primer tiempo iba 2-0 a favor del equipo de las Ibáñez.

Pasados pocos minutos del segundo tiempo, la capitana del equipo de Femdi marca un gol. Sandra está en la banca, hay tensión, gritos. No obstante, prima un ambiente de entretenimiento alrededor del partido. Las faltas son accidentales, descoordinación a la hora de competir un balón. No se ve la mala intención que tantas veces se ve en un partido entre hombres. Al menos esa es la opinión del organizador del torneo.

"No es fácil que algunos hombres sientan que uno puede jugar mejor que ellos".

“El fútbol femenino se aleja de la agresión casi normal que ve uno en el fútbol masculino”, dice Quiroga. “La competitividad que tiene un hombre es totalmente diferente a la concepción de juego que se ve en una práctica en fútbol femenino”. Y por eso es normal ver risas en ambos equipos, o contrincantes que se dan la mano y se ayudan a poner de pie después de un choque.

Falta poco menos de diez minutos para que acabe la final, cuando un doble grito de euforia y frustración se escucha entre los espectadores. Natalia Rodríguez, una oficial de protocolo del Ministerio de Relaciones Exteriores, dio la sorpresa y empató el partido. Recibió por el costado izquierdo el balón de la capitana, que ya había marcado el gol del descuento, y sin pararlo remató hacia el lado derecho de la portería contraria. Al ángulo. Un golazo. Con ese empate a dos goles, el campeonato podía quedar para cualquiera de los dos equipos.

Con 27 años, Natalia es una de las más jóvenes de su equipo, donde hay mujeres de los 25 a los 37 años. Dice que cuando era niña no la dejaron entrar a una escuela de fútbol porque ese deporte “era de niños”. Sus papás la apoyaron, y así pudo participar en torneos en el colegio y la universidad. Ahora lleva dos años practicando con este grupo de compañeras, siempre con el ánimo de hacer deporte y participar en una que otra competencia. Como Quiroga, Natalia cree que el fútbol femenino tiene mucho que enseñarle al que practican los hombres: “respeto e igualdad”, dice sin pensar cuando se le pregunta por el sello distintivo de esta modalidad. “Todas somos iguales para jugar en una cancha de fútbol. Yo me hice ese gol, seguramente la gente no cree que una mujer se hace un gol así, pero mire, tremendo gol” dice en la reunión después del partido.

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Sandra Ibáñez volvió a la cancha tras el gol de Natalia. Recibió el balón de espaldas al arco y se giró al tiempo que se libraba de una defensa, miró rápido al arco, volvió sus ojos al balón y remató. Las jugadoras de Femdi no habían terminado de salir de la euforia del gol del empate y el gol de Sandra las dejó frías. “Nos confiamos”, recuerda Natalia. El tanto de Sandra llegó a menos de dos minutos del final del partido. Ella y sus compañeras se llevaron el título del torneo de la Asociación Nacional de Fondos de Empleados (Analfe), una copa que solo disputaron cuatro equipos porque no fue posible reunir más grupos femeninos en otras empresas.

Ronal Quiroga, que tiene experiencia en la organización de torneos con empresas y particulares, reconoce que hay un auge en la modalidad femenina, pero a veces se hace difícil alcanzar el quórum. Sin embargo, él es un fiel creyente de que estos encuentros, por pequeños que sean, están llamando la atención de más mujeres interesadas en empezar a jugar. Por ahora, las más entusiastas saben cómo buscar partidos, torneos o sitios de entrenamiento en redes sociales.

Un poco más al sur de La Futbolera, en Paloquemao, la ingeniera catastral Johana Urrego encontró la cancha La Cantera hace un año. Participó en un torneo femenino de aficionadas y siguió yendo a jugar. Se dio cuenta de que en ese lugar no solo organizaban torneos sino que además había grupos de entrenamiento para mujeres de todas las edades.

“Mi relación con el fútbol era buscar una cancha, encontrar niñas y a jugar”, dice Urrego ahora que se convirtió en voluntaria de esta cancha en la que entrenan niños y niñas de distintos orígenes sociales y culturales. “Aquí el trabajo no solo está enfocado en algo físico, sino también a crear un clan, una familia”. Para personas como ella, que como Sandra también es madre cabeza de hogar, encontrar un deporte que las una con sus hijos, hijas y amigas significa construir nuevos vínculos que además inspiran a otras generaciones.

Lugares de encuentro

Muchas interesadas en jugar fútbol se quedan con las ganas porque no tienen amigas que se quieran sumar. Y muchos torneos se suspenden a último minuto porque no logran convocar suficientes equipos. Bienestar propone aquí una lista para empezar a formar redes.

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