Comparto una historia muy íntima de mi vida para invitar a todas a ver más allá del escepticismo, más allá de las creencias. Al otro lado puede haber más de una sorpresa…
Todas tenemos estrés laboral, al parecer. Y todas necesitamos ayuda de vez en cuando. Lo que no nos pasa a todas, al parecer, es que nos hablen los ángeles. A mí me pasó y aquí lo quiero contar.
Hace poco estaba pasando por una situación laboral de desencanto y frustración. Este evento me afectó y quedé con una sensación de sinsabor notable. Mi hija, de 24 años, me dijo: “Mamá, te veo agotada, estresada. Creo que estás cargando con muchos problemas que de pronto ni son tuyos”. Luego me mencionó a Marcela, una mujer que, según mi hija, es muy especial para ella. Marcela no solo ha sido un apoyo psicológico y espiritual para Manuela, también le hace terapia basada en los ángeles. No, no desde la ciudad de Los Ángeles, sino apoyada en la asistencia de los ángeles del cielo. Tal cual.
A pesar del escepticismo que podría desatar esto en cualquier persona, yo me guié por el entusiasmo de mi hija y las palabras que solía decir mi mamá: “A uno no le llegan las cosas por azar”. Entonces decidí pedir una cita con Marcela.
Me encontré con un ser humano súper especial y hablamos de todo: de mis molestias, mis angustias, mi familia, mis proyectos. En medio de nuestra conversación, Marcela me dice: “Oye, aquí está con nosotras tu papá. Dice que te quiere mucho, que no sufras, que él siempre te acompaña”. Por supuesto para mí fue una sorpresa, mi padre falleció hace 25 años. “¿Cómo sabe ella que es mi papá?”, pensé. Pues me lo describió y hasta me dijo cómo solía llamarme mi papá. Lo que sentí en ese momento no es fácil de describir. Había desconfianza e incredulidad, pero a la vez sentía felicidad de recibir este mensaje. La verdad es que nunca esperé que esas presencias espirituales que mi hija me había descrito fueran reales.
“Lo que no nos pasa a todas, al parecer, es que nos hablen los ángeles. A mí me pasó y aquí lo quiero contar”.
Un rato después Marcela me preguntó: “¿Cuántos hijos tienes?”. “Dos hijos”, contesté. Después añadió: “¿Tuviste alguna pérdida?”. Y ahí fue cuando me derrumbé. Lloré sin poder decir nada, sin entender por qué me preguntaba eso, pues es algo muy íntimo que solo sabíamos mi esposo y yo. Le dije que sí, que hace muchos años tuve una pérdida. Y Marcela me dijo: “Pues aquí está tu hijo(a), de la mano de tu papá, que te lo ha cuidado y no lo ha soltado, es un ser feliz”. Yo estaba pasmada. Marcela siguió: “Visualízalo, dime cómo lo ves: ¿niño o niña, bebé o más grande? ¿Cómo quieres llamarlo? Pónle un nombre, dile todo lo que sientes en este momento.” Sentí que mi papá y mi hijo me estaban diciendo “Sí existimos, sí estamos en otro lugar, sí los esperamos, sí nos volveremos a encontrar”...
Marcela me dio un papel y un lápiz y escribí todo lo que quería decir. Eso me hizo devolverme 30 años atrás. Me quité de encima un edificio, cuyo peso quizás había olvidado, aunque ahí estaba guardado. Fue un momento mágico.
Tengo 53 años y puedo decir que he vivido tres momentos mágicos en mi vida: el nacimiento de mis dos hijos y el nacimiento de Santiago, mi ángel del cielo.
Al final, Marcela me recomendó hacer un acto simbólico para que Santiago siempre estuviera conectado con nosotros, sus papás. Lo hicimos juntos y hoy en día, 30 años después de haberlo dejado ir, no se me ha despegado un minuto.
La reflexión que quiero compartir es que definitivamente no estamos solos. Más allá de si eres creyente o no, si eres espiritual o no, es muy probable que existan más seres, más universos, tal vez más planos. Debemos estar abiertas a percibirlos, a encontrarlos, pues nos pueden traer y entregar sorpresas como la que me llegó a mí en mi encuentro con Marcela, cosas nuevas, visiones diferentes de lo que pensamos y lo que creemos.
Hoy las invito, especialmente a las mujeres, a explorar esa sensibilidad que hay en cada una de nosotras. Somos biológicamente diferentes a los hombres, pero sobre todo intuitivamente diferentes. Somos creativas, guerreras, y creo que profundizando en nuestro interior y en nuestro ser, podemos encontrar más.
Exploremos nuestra sensibilidad, no física, sino espiritual, esa que nos permite ver más allá, que nos permite sentir, oír, oler y tocar lo que no nos hemos permitido antes. Estos ángeles los podemos encontrar en nuestro vecino, compañero de trabajo, amigo o sencillamente en la calle, en ese segundo que no ves que te pudo pasar algo y ese ángel te protegió, en esa llamada que no esperabas y que llegó por arte de magia, en esa oportunidad laboral que buscabas y dabas por perdida y que de repente se da. Ahí siempre están.
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