En la conmemoración del Día de la Mujer, resaltamos el trabajo de cinco mujeres que han pasado por las carátulas de nuestra revista.
Como cada 8 de marzo desde 1908, este año se conmemora el Día de la Mujer, o mejor, el Día de la Mujer Trabajadora. Por eso, resaltamos algunas de las mujeres que han pasado por las portadas de la revista Bienestar, porque su labor las hace merecedoras de reconocimiento, gracias a su influencia social, talento o gestión cultural.
1. Johana Bahamón: “Trabajar en la cárcel me ha hecho mejor persona”
Dejó la actuación para dedicarse a trabajar por la población carcelaria del país. Creó la Fundación Acción Interna y un modelo de intervención que busca hacer de las cárceles lugares productivos, para que los penados puedan reinsertarse en la sociedad.
¿Cuánto influyó su mamá como ejemplo? ¿Qué otras personas han sido determinantes en este rumbo que tomó su vida?
Siempre he estado muy orgullosa de mi mamá. Ella me dio libertad para que hiciera lo que yo quisiera. Gracias a esa libertad, terminé haciendo lo mismo que ella: darle oportunidades a personas que no las han tenido. Desde que trabajo en las cárceles mis hijos tienen esa sensibilidad, conocen una realidad de lo que es la vida. Desde que trabajo en las cárceles soy un poquito mejor mamá. Y los penados: son 120.000 mentores que he tenido durante siete años. Agradezco todos los días por haberlos tenido en mi vida. Trabajar en la cárcel me ha hecho una mejor persona.
¿Cómo quiere influir en sus hijos?
Me he dedicado a educar desde el ejemplo en vez de con palabras. También enseñarles que todo tiene una solución. Todo, todo, todo. Enseñarles el respeto por las diferencias es muy importante. Y aprender de los errores. Demostrarles que los errores se pueden convertir en oportunidades. Pero también que todos los actos tienen consecuencias. Como mamá soy muy estricta...y siempre me piden una segunda oportunidad.
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2. Alejandra Borrero: “Uno no envejece mientras pruebe nuevas cosas en la vida”.
Alejandra Borrero es una caja de sorpresas. Puede hablar de feminismo, de post conflicto, de actuación, de periodismo, de Cali, de la bebida milagrosa que probó hace poco y que bebe todo el tiempo en su termo.
¿Cómo fue la experiencia de su primer trabajo?
Empecé con Mayolo haciendo audiovisual. Él me dijo que hiciera un casting para Jorge Alí Triana que llegaba a Cali a hacer Revivamos nuestra historia, una serie televisiva de época. Todos mis amigos me decían que yo era ideal para ese programa. Pero si me hubieran dicho que hiciera de boba frente a la cámara no lo habría hecho mejor. Me demoré tres años en hacer televisión. Fue muy difícil empezar, y eso que me había ganado un premio a mejor actriz en el colegio. Fue una época en la que incluso me cuestioné sobre mi carrera. Llegué a preguntarme si realmente servía para actuar.
¿Qué fue lo que detonó ese activismo social?
Ha sido una cosa paulatina. Lo primero fue que monté una obra que se llama La sombra del volcán, escrita por mi tío Guillermo Borrero. La obra habla sobre abuso sexual infantil. Nos dimos cuenta cuán golpeada quedaba la gente cuando salía y cómo se sensibilizaba con eso, así que decidimos incluir en el programa de mano una cartilla que hablaba de los mitos y realidades del tema y los sitios de denuncia. Luego nos dimos cuenta de que podíamos hacer un foro, nos unimos al ICBF y empezamos a llevar la obra a todo lado: Tumaco, Chocó, Sincelejo… No podía creer que la gente fuera ajena a esta problemática. ¿De dónde salen las atrocidades hacia las mujeres? ¿Por qué el odio hacia nosotras? Es horroroso esto. Las mujeres siempre tenemos miedo, ni se diga cuando salimos a la calle. Y lo más triste es que lo hemos naturalizado, y pensamos que así es la vida. ¡Pues no es así! En otros países no es así. La sociedad puede cambiar, y creo que el arte y la educación van a ser las herramientas del post conflicto.
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3. Dolly Montoya: "Podremos crecer como país si nos alineamos en torno al bienestar social”.
La rectora de la Universidad Nacional de Colombia apuesta por el desarrollo de la educación, la ciencia y la tecnología. Para ella, el camino a la paz empieza por generar conocimiento.
En el mundo laboral, aunque ha cambiado, sigue habiendo diferencias. Usted ha contado que en las empresas había una selectividad de género y preferían a los hombres. ¿Cómo ve el panorama hoy?
Las convocatorias de trabajo decían “solo para hombres”. Ahora ya no se puede porque la Constitución lo impide. Es distinto en la Universidad Nacional, donde hombres y mujeres tenemos el mismo salario y este depende de la formación. Hoy en día 36 % de docentes, 30 % de la fuerza laboral y 40 % de estudiantes son mujeres. Aunque la participación ha crecido mucho, faltan más mujeres en los cargos directivos. Las mujeres tenemos otra forma de dirigir. Hombres y mujeres tenemos diferentes capacidades. El poder masculino tiene una forma de actuar y el poder femenino tiene otra, y juntos construimos mucho. La competencia de género no es buena.
Usted solo habla en la primera persona del plural: “hicimos”, “fundamos”, “trabajamos”, “investigamos”…
Nunca me apasioné por la ciencia de manera individual, siempre pensé que uno solo no hace nada. Soy una convencida del liderazgo colectivo, y todo lo que he hecho en mi vida lo he hecho respetándome a mí, al otro, al colectivo. Porque en la medida en que seas capaz de escuchar al otro, de reconocer su conocimiento, puedes crecer. No creo que las instituciones sean para tener cabecillas, sino para hacer trabajos colectivos y crecer como comunidad. Un líder tiene que medirse por cómo creció su comunidad en el tiempo de su liderazgo.
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4. Piedad Bonnett: “Yo escribía poesía casi para respirar”
Profesora de literatura durante tres décadas; autora de seis novelas, ocho libros de poesía y cinco obras de teatro, Piedad Bonnett ha dedicado la vida a contagiar su amor por el lenguaje y el poder de las palabras.
Usted tardó en publicar su primer libro. Apareció después de cumplir 39 años. ¿En qué momento se dio cuenta de que lo que escribía merecía ser publicado?
Solo cuando gané premios empecé a pensar que de pronto sí servía lo que yo escribía. A mí me detuvieron para la publicación, primero que era una persona totalmente sumergida en el mundo académico y era muy perfeccionista. Me acostaba tarde preparando clases… era madre de dos niñas… y ese ritmo se fue tornando muy asfixiante. Yo escribía poesía casi para respirar. El primer libro estuve escribiéndolo diez años así, a ratos, cuando podía. Y segundo, era una persona completamente aislada del medio intelectual. Yo era una universitaria y como quería hacer muy bien mi trabajo, estaba concentrada en eso. (... ) Fue una época tremenda de asfixia, entre la domesticidad y la cátedra. La poesía me sirvió para no enloquecerme… pero me estaba enloqueciendo y me empecé a deprimir, porque no podía hacer lo que quería hacer.
Esa es la depresión de la que ha hablado que duró ocho meses…
Sí. Me deprimí por eso y por otras cosas. Vi que tenía un matrimonio burgués, con dos niñas, tratando de hacer que la comida estuviera bien… nunca fui ama de casa. En mí pesaba también esa cosa convencional de la manera como me educaron… pero sumado a la rebeldía. Porque hay mujeres que son solo convencionales, que no se atreven a salir de ahí, pero como yo también era rebelde, entonces se me fue haciendo un nudo interno. Y en un momento dado me deprimí.
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5. Leicy Santos: “Quiero ser un ejemplo para las niñas que sueñan con ser futbolistas”
Desde las canchas de tierra del corregimiento de San Sebastián, cerca a Lorica, hasta los estadios de Madrid, Río y el resto del mundo, la número 10 de la Selección Colombia de Mayores ha recorrido un camino difícil. Y trabaja para que las jugadoras que vienen detrás no tengan que pasar por lo mismo.
Sabemos que todavía falta mucho para abolir el machismo en este deporte... ¿Cómo ha cambiado desde que empezó a dar los primeros pasos?
Ya no es igual que hace diez años. Las niñas pueden jugar con otras niñas y no como me pasó a mí, que era la única. Ya está culturalmente más aceptado que las mujeres juegan al fútbol, pero todavía nos falta trabajar para que ese tabú desaparezca y que empiecen a ver el fútbol femenino desde otra perspectiva.
¿Cómo ve esa generación de relevo y su futuro en los grandes equipos del mundo?
Es muy viable. Hay muchísimo talento y hay muchas niñas que vienen con una proyección impresionante. El problema es que no hay una estructura para formar a esas jugadoras. Tampoco hay un plan para que esas jugadoras sean las futuras estrellas del mundo. Cuando Estados Unidos está entrenando a las niñas de cinco años, Colombia está trabajando con las que tienen 15 o 17 años. Entonces nos falta, hay potencial, hay muchísimo talento pero hay que trabajarlo. Y mejor desde temprano.
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