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Saunas y turcos

El poder curativo del calor en los saunas y turcos

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La historia de la terapia del calor es antigua y se remonta al goce y al compartir de los romanos. Aquí repasamos sus orígenes y las recomendaciones que debe analizar antes de disfrutar de este tipo de relajación.

El origen del baño turco o hammam se remonta a las termas romanas (lugares públicos para el baño) cuya función, además de limpieza, era social: se consideraba un punto de encuentro de pueblos y grandes ciudades. Los romanos ingeniaron un sistema de distribución de aire caliente canalizado bajo el suelo, denominado hipocaustro, que calentaba el ambiente de la sala con el fuego de los hornos. "Esta clase de establecimientos fue inaugurada por Agripa, colaborador del emperador Augusto, en el último cuarto del siglo I antes de Cristo, con la construcción del primer complejo termal", escribió el historiador y filósofo Javier Gómez Espelosín en un artículo publicado por la revista Historia de National Geographic. Los romanos difundieron su uso por todo el Imperio y bautizaron los baños privados balnea y los públicos, thermae

La práctica perduró en el Imperio Bizantino, se extendió por el Medio Oriente y fue heredada por el Imperio Otomano, que en el siglo XV la adaptó a su religión y costumbres. Cerca de las mezquitas se construyeron pequeñas casas de baños para purificar el cuerpo y el alma antes de la oración diaria. Según un artículo publicado en la revista Traveler, de la editorial Condé Nast, Constantinopla llegó a tener más de cien hammam. En 1844, el médico irlandés Richard Barter abrió el primer baño turco en Gran Bretaña. Desde entonces, comenzaron a proliferar en el mundo entero. 

El sauna

“Cada cultura, según la época, ha disfrutado su propia forma de baños para sudar. Desde el hammam otomano, el temazcal maya o el banya ruso, hasta los saunas de Finlandia, la terapia del calor ha sobrevivido la prueba del tiempo, aumentando su popularidad y cruzando continentes”, escribió la periodista Emma O’Kelly en su libro Sauna: el poder del calor profundo

La primera manifestación del sauna surgió en la península escandinava, dentro de un hoyo excavado en la tierra con rocas expuestas al fuego. “Una vez que las piedras se habían calentado, se cubría el pozo con acacia, paja o turba, y luego se tiraba agua sobre las piedras para crear vapor”, explica Dalva Lamminmäki, folclorista e investigadora de la Universidad del Este de Finlandia. Después de la Segunda Guerra Mundial se registraron en Helsinki más de 150 saunas públicos. Con el desarrollo de la estufa eléctrica ya no era necesario un horno de leña, invento que contribuyó a la popularización de estos baños.

Evidencias médicas

Según el doctor Mauricio Mejía, médico especialista en medicina del deporte, el sauna y el turco actúan de la misma manera en el organismo. En ambos casos, la exposición a temperaturas elevadas, que oscilan entre 80 y 100 grados centígrados, aumenta la frecuencia cardiaca, disminuye la tensión arterial y libera diferentes tipos de hormonas que producen bienestar. El efecto fisiológico es similar al del ejercicio, pero no es una práctica que reemplace la actividad física. 

En 2018, la Clínica Mayo publicó la revisión de un estudio en el que se demostró que el sauna, como terapia de calor, incorporada a un estilo de vida saludable, que incluye ejercicio regular y alimentación balanceada, disminuye la rigidez arterial y los niveles de triglicéridos, colesterol LDL (comúnmente denominado colesterol malo), marcadores de inflamación y radicales libres (sustancias generadas por el estrés metabólico de las células). Esta actividad, practicada con el propósito principal de generar placer, bienestar y relajación muscular, contribuye a estos beneficios si se realiza por lo menos una vez a la semana. 

Sin embargo, el ingreso a un turco o sauna tiene restricciones médicas. “Esta práctica no se puede generalizar como una recomendación para todo el público. Es importante conocer qué situación cardiovascular tiene la persona. Se debe individualizar, más aún en personas mayores. A algunos les puede traer beneficios y a otros les puede jugar en contra, perjudicar y terminar en un evento cardiovascular mayor que conduzca a un servicio de urgencias”, advierte el médico Javier Moreno, especialista en medicina interna, cardiología y ecocardiografía, director de la Unidad de Dolor Torácico de la Clínica Reina Sofía y adscrito a Colsanitas. 

El doctor Moreno explica que la exposición a las altas temperaturas por tiempo prolongado aumenta la frecuencia cardiaca, lo que implica la necesidad de más oxígeno. Por esta razón, las personas que han padecido infarto, alguna enfermedad en las arterias, arritmias o fallas cardiacas presentan un riesgo al realizar este tipo de prácticas. “Cuando las arterias están tapadas, el tratamiento se encamina a disminuir la necesidad de oxígeno. Realizar actividades que aumenten la necesidad de oxígeno o que aumenten la frecuencia cardiaca resulta contraproducente”, recalca.

Beneficios para el organismo 

En deportistas, el uso del sauna y el turco se relaciona con la mejoría en la sensación de fatiga y la recuperación muscular después de altas cargas. “Lo importante es que, al practicarlo, la persona no tenga una competencia o un entrenamiento muy fuerte hasta los siguientes dos días, porque al producir una relajación en los músculos, no va a poder competir con la misma intensidad”, explica el doctor Mejía. 

A nivel hormonal, el calor produce cambios en la renina plasmática, proteína que se asocia con la disminución de la tensión arterial y la liberación de dopamina y serotonina, mientras disminuye los niveles de cortisol, que es la hormona del estrés. Aunque se trate de una actividad placentera, no se debe combinar con la ingesta de bebidas alcohólicas o sustancias psicoactivas porque, al bajar la tensión, se podrían presentar síncopes, desmayos e, incluso, infarto.

Aunque el estudio de la Clínica Mayo demostró mejoras en la función pulmonar en pacientes con asma y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), es fundamental tener aprobación médica antes de ingresar a este tipo de prácticas. Lo mismo aplica para pacientes que presenten dolores en el pecho e hipertensión. Si bien ayuda a disminuir la tensión arterial, no se trata de una actividad que pueda reemplazar el efecto de un medicamento.

Recomendaciones prácticas

La mayoría de las zonas húmedas de los hoteles, gimnasios, clubes o espacios públicos cuentan con un reloj de pared y agua para beber. Hidrátese constantemente, controle el tiempo de exposición al calor y evite excederse. Cada organismo tolera de distinta manera las altas temperaturas, por lo que no se puede generalizar un tiempo estimado. La recomendación médica consiste en hacer pausas entre períodos cortos de tiempo, de cinco a 20 minutos. Al salir, varias veces en una sesión, una ducha de agua fría regula la temperatura corporal. 

Si usted tiene infecciones en la piel, absténgase de las zonas húmedas. Recuerde llevar su propia toalla para sentarse o recostarse sobre ella, y chanclas, así evitará hongos en las uñas de los pies. Disfrute el momento y desconéctese de su teléfono celular. Finalmente, la terapia del calor y del vapor son momentos que invitan a conectar con el presente, el bienestar y la relajación.

- Este artículo hace parte de la edición 193 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.

Soraya Yamhure Jesurun

Periodista y actriz. Colaboradora frecuente de Bienestar Colsanitas y Bacánika.