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Bienestar Colsanitas

Una generación de hijos únicos

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Según todos los estudios sociales hechos en los últimos años en Colombia, la tasa de hijos por mujer ha venido bajando en el país. ¿Qué significa este cambio para las familias colombianas?

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ada día más padres alrededor del mundo están tomando la decisión de tener un solo hijo. Las razones detrás de dicha decisión son variadas. “Las condiciones actuales, caracterizadas por mayores exigencias económicas, un incremento en la tasa de divorcios, expectativas más altas de la mujer con respecto a su desempeño profesional y un aumento en la conciencia del impacto de la superpoblación en el mundo, han hecho que las familias de hijos únicos sean cada vez más frecuentes y que esta tendencia vaya en aumento”, explica María Elena López, psicóloga de familia y autora de El hijo único. Consejos para la crianza de un solo hijo (Grijalbo).

El tema genera controversia. Por un lado, porque sobrevive el prejuicio de que los hijos únicos son malcriados, egocéntricos y dependientes. Por otro lado, porque se acusa a muchos padres que deciden tener un solo descendiente de ser egoístas, al privar a sus hijos de tener hermanos. Y aunque el fenómeno es tan común que comienza a ser visible, el silencio sobre el tema sigue bien establecido. “Este tabú es comprensible debido a que culturalmente se ha privilegiado el núcleo familiar formado por la pareja y dos o más hijos. También existen unos mandatos religiosos acerca de que es una manera de seguir algunos preceptos”, dice López.

Según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDS), que realizan cada cinco años el Ministerio de Salud y Profamilia, en 2015 la Tasa Global de Fecundidad bajó a un promedio de dos hijos por mujer. Veinte años atrás, en 1995, este promedio era de tres hijos. Es más, en las áreas urbanas las cifras han descendido hasta 1,8 hijos por mujer. Esta sigue siendo bastante más baja que en las zonas rurales, donde la tasa es de 2,6 hijos por mujer. La fecundidad rural sigue siendo un 40% más alta que la urbana.

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La fecundidad en Colombia ha descendido al punto que hoy se encuentra en el grupo de naciones latinoamericanas con menor fertilidad del continente, junto a Uruguay, Costa Rica, Brasil y Cuba. “La reducción de la tasa de fecundidad afecta directamente la forma en la que se consolida la pirámide poblacional. En este momento Colombia está pasando por el bono demográfico, es decir, la mayoría de la población está concentrada en las edades productivas y reproductivas, 15 a 49 años, y hay una menor proporción de personas en edades dependientes, es decir menores de 15 años y mayores de 60 años”, explica Claudia Gómez, directora de la ENDS 2015. “Esto significa que en unos años habrá una gran proporción de la población en edad dependiente, es decir una población envejecida, lo que impactará de manera significativa la fuerza de trabajo y el sistema de seguridad social”.

De seguir bajando la tasa de natalidad vamos en camino a tener las mismas tribulaciones que varios países europeos, que llevan varios años con un promedio menor a dos hijos por mujer. Llegará un momento en que la cifra de adultos mayores será tan alta que las personas en edad de trabajar no podrán sostener a las personas mayores en retiro. O que, como ocurre hoy en China, por cuenta de la política del hijo único que estuvo vigente de 1979 a 2015, el envejecimiento de la población está menguando el número de personas en capacidad de trabajar, poniendo en riesgo la productividad económica del país en el futuro. En 2015, cuando el gobierno chino puso fin a la política del hijo único para frenar el crecimiento poblacional desmedido, uno de cada nueve chinos era mayor de 60 años.

En China la ley del hijo único era obligatoria; si una familia quería tener más hijos debían pagar multas altísimas. Y es precisamente en China donde nació lo que hoy se conoce como el “síndrome del pequeño emperador”. Durante los años de implementación de la ley del hijo único el país vivió el mayor crecimiento económico y de poder adquisitivo en su historia, lo cual llevó a que muchos de los jóvenes nacidos en esos años tuvieran acceso a privilegios hasta entonces impensables para las generaciones anteriores. Los padres, al no ver más futuro para sus familias que aquellos únicos herederos, se volcaron a complacer todos sus caprichos y a sobreprotegerlos, mientras por el otro lado les exigían proezas académicas que justificaran los recursos invertidos en ellos. Historias de terror derivaron de este fenómeno: padres asustados, golpeados y sobreexigidos por hijos egomaníacos y dependientes. Otros estudios han tratado de generalizar este caso específico para explicar el peligro de tener hijos únicos bajo cualquier circunstancia.

Es importante tener en cuenta que en China las familias de tres no eran opcionales. Es decir, no partían de la decisión de los padres. Por eso es que los resultados de los estudios hechos a jóvenes de esta generación por la Southwest University de Chongqing en China pueden ser problemáticos. Estos aseguran que los hijos únicos sometidos a estudio mostraban un cambio en su estructura cerebral que los hacía más predispuestos a una mayor creatividad y una aptitud verbal superior, pero también a una menor afabilidad e inteligencia emocional.

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Los altos costos de la educación y la salud de calidad también llevan a muchas parejas a optar por tener solo un hijo. La realidad económica siempre ha sido un motivo de peso dentro las decisiones reproductivas en la sociedad”.

 

 

“Los rasgos de carácter no se forman exclusivamente por la manera en que se constituya el núcleo familiar”, subraya la psiquiatra Rocío Barrios, de Colsanitas. “Hay muchas cosas que son inherentes a cada ser humano; es, por decirlo así, la magia con la que nace cada uno. Luego vienen las situaciones, los estímulos sociales y las experiencias emocionales de vida”. En el carácter del adulto influyen la crianza, el manejo de los afectos, los límites, la disciplina y la relación del niño con su entorno. Y en ese caso no es determinante si el niño tuvo o no hermanos de sangre, pues también existen personas con hermanos que resultan malcriadas, egoístas, egocéntricas y poco empáticas.

La doctora Toni Flabo de la Universidad de Texas, que ha dedicado la mayor parte de sus estudios al tema de las familias de tres, asegura que otra de las razones para que haya un aumento de hijos únicos es la alta incidencia de separaciones y divorcios después del nacimiento del primer hijo, que lleva a muchas personas a no querer más sucesores. Porque ese primer hijo suele traer consigo cambios y conflictos dentro de las parejas que en muchos casos se tornan insuperables.

María Luisa Zúñiga y Antonio Abello, una pareja de profesionales bogotanos casados hace nueve años, no planearon desde el principio quedarse solo con su hija Juliana, de cinco años. Fue con el tiempo que tomaron la decisión. “Nos fuimos dando cuenta de que nos gustaba nuestro estilo de vida. Era fácil y chévere compartir con ella. Económicamente también nos funcionaba”, explica María Luisa. En especial, disfrutan haber superado esos primeros años de crianza y poder hacer cosas que parecen sencillas, como ir a un restaurante sin pañalera y poder todos ordenar de la carta.

Hoy en día, más en un país como Colombia, los altos costos de la educación y la salud de calidad también llevan a muchas parejas a optar por tener solo un hijo. La realidad económica siempre ha sido un motivo de peso dentro las decisiones reproductivas en la sociedad, sobre todo en las poblaciones urbanas o que han tenido acceso a mejor educación. Pero también se suman factores como una edad más avanzada para las mujeres a la hora de procrear, y por lo mismo a menos hijos. También influye la mayor participación de las mujeres en los ámbitos educativos y profesionales, y un deseo por no dejar de lado sus aspiraciones laborales y personales por cuenta de una crianza múltiple y extendida en varios años.

María Elena López, la autora de El hijo único, en su conversación con la revista Bienestar Colsanitas, recordó el proverbio africano que dice que se necesita una aldea completa para educar un solo niño. “Ahora las familias están cada vez más solas para llevar a cabo esta labor”, concluyó luego de recordarnos que no existe un modelo de familia perfecta. Al final, cada pareja debe tener una importantísima y sincera conversación acerca de cuál es la familia que quiere formar, pensando en los deseos, sueños y proyectos que cada uno tiene para su vida. Y sobre todo, ha de entender que los hijos no deben ser un yugo sino una decisión consciente, amorosa, personal y privada.

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Carolina Vegas

Periodista y escritora. Es autora de El cuaderno de Isabel, Un amor líquido. Autorretrato de una madre (Grijalbo, 2017).