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Valentina Nieto

El dibujo es un puente para la conservación

Fotografía
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La ilustradora científica Valentina Nieto cree en el potencial del dibujo para acercar la ciencia a las personas que mejor pueden intervenir en los procesos de conservación

Valentina Nieto es ilustradora científica. Estudió Biología en la Universidad Nacional de Colombia porque su papá tenía una finca en Saboyá, a 20 minutos de la casa en la que creció en Chiquinquirá, Boyacá. Era una finca en el páramo a la que iba con él desde los cinco años a recorrer a caballo los bosques de niebla y los frailejones durante las madrugadas de los fines de semana. Le gustaba la sensación de volver a la casa embarrada, mojada y agotada, después de pasar horas inmersa en el ecosistema del páramo, viendo con sumo detalle todas las pequeñas formas de vida que lo habitan.

En la universidad descubrió un interés temprano por las abejas silvestres y ese camino fue el que la llevó de vuelta al dibujo. Cuando estaba en el colegio le interesaron las artes, pero se decidió por la naturaleza. Hacia el final de la carrera participó en la organización de un evento de divulgación sobre abejas nativas y el diseñador gráfico que haría la imagen desapareció. Ella le contó a su profesora sobre su gusto por el dibujo, esta le pidió una propuesta y, al final, esa imagen resultó ser su primer trabajo oficial como ilustradora.

A partir de entonces ilustró una tesis sobre copetones en Bogotá; hizo imágenes para diversos artículos científicos sobre biología, antropología, historia y astrofísica; ilustró el Libro rojo de peces marinos de Colombia, que recoge las especies en peligro del país; colaboró con Dolce & Gabbana de la mano de la Fundación Panthera en la realización de una pieza que buscaba celebrar la intersección entre naturaleza, arte y moda y trabajó para el Museo del Oro realizando las imágenes de referencia de las especies que inspiraron a los indígenas a hacer determinadas piezas de oro. En resumen, en menos de una década ha participado en más de 30 proyectos de carácter artístico y científico a lo largo del país.

En ocasiones, se ha visto obligada a reconstruir animales extintos o nunca fotografiados a partir de los testimonios de los expertos y de las descripciones de los investigadores.

Cada pieza la lleva a cabo avanzando centímetro a centímetro por el animal, como si siguiera su rastro en la selva. En los registros que eventualmente hace de sus procesos, se ve el papel blanco cubriéndose con la mezcla precisa de colores que representan un animal tal cual se puede encontrar en la naturaleza. Muchas veces trabaja a partir de fotos de referencia, pero, en ocasiones, se ha visto obligada a reconstruir animales extintos o nunca fotografiados a partir de los testimonios de los expertos y de las descripciones que algún investigador consignó en un documento. Necesita ser lo más precisa posible.

Alguna vez tuvo que ilustrar una especie que nunca había sido fotografiada y, por tanto, lo hizo a partir de descripciones. Publicó la imagen y, justo tres meses después, una expedición pudo fotografiar al animal. Por fortuna, la foto era igual al dibujo. “Si no, hubiera sido una catástrofe”, dice con una voz llena de emoción y alivio. Esa exactitud es la que le ha permitido resolver una pregunta que la aqueja desde su tiempo en la universidad: ¿Cómo lograr que el arte intervenga en los procesos de conservación de fauna y flora en los territorios?

En menos de una década ha participado en más de 30 proyectos artísticos y científicos a lo largo del país.

“Creo que el arte es un puente entre la ciencia y las personas que pueden intervenir en los procesos de conservación. Creo que el dibujo es un puente que lleva a la conservación”, señala enfáticamente. Hace tres años la invitaron a pintar murales en algunos corregimientos del Chocó. Su plan fue poner en formato grande una especie que estuviera alrededor pero que la gente no viera fácilmente. En un mural pintó un ave conocida como mielero de patas rojas y las personas, sobre todo niños y adolescentes, se acercaron para preguntarle si podían aprender de aves con ella. Volvió a la zona con un colega experto en el tema y diseñaron una serie de talleres que terminaron en la conformación del Grupo de Observadores de Aves del Pacífico (GOAP), que hoy tiene cuatro puntos de observación en la región.

En esos talleres usaron el dibujo para mostrar la taxonomía de las especies y que los miembros de la comunidad pudieran reconocerlas a simple vista. “Un taller, por ejemplo, fue armar una lista de aves que sabíamos que estarían en el caserío para pedirles a los niños que las buscaran y las describieran centrándose en los colores. Después les pedimos que las pintaran con las características que acababan de ver en directo. Y en el proceso les explicamos por qué el ave tenía esos colores o por qué dos aves de la misma especie cambiaban tanto entre sí, y de ahí pasábamos a hablar sobre cómo vivían o qué tipo de plantas tenían que sembrar en los alrededores para verlas más seguido”, explica Valentina. Las personas de la comunidad son las que ahora se encargan de guiar las actividades de avistamiento.

Hace poco realizó un proceso similar en el Putumayo. Primero, dictó un taller de ilustración científica en el que le mostró a la comunidad distintas técnicas y, luego, usando lo aprendido, realizó tres murales comunitarios. “Escogimos las especies, hicimos la composición y entre todos lo pintamos: cada participante averiguaba sobre la especie que le correspondía, exponía sobre ella y luego la pintaba”, dice. Al final, el mural lo firmaron todos y esa dinámica logró que los niños se acercaran a ella y le dijeran frases como: “Mi pajarito es este y tiene estos colores por este motivo…”, “Mi mariposa es esta y crece en este tipo de planta…”.

Ese énfasis en el posesivo resume muy bien para ella esa búsqueda que inicia con el dibujo y termina en la conservación. Porque, como dice con orgullo, “el pajarito o la mariposa pasaron de ser un pajarito y una mariposa cualquiera a ser SU pajarito y SU mariposa”. Y de ahí a la protección y a la conservación de las especies el trecho es más corto.

- Este artículo hace parte de la edición 193 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.

Brian Lara

Periodista. Colaborador frecuente de Bienestar Colsanitas y de Bacánika.